Page 74 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Estancia en Fez           69
       veia claramente, cual  si  la tuviese delante de sus ojos, llegando en
       aquel momento a perder la noción de las relaciones espaciales de su
       propio cuerpo, como  si  éste careciese de dimensiones  (1).
         "Alcancé yo este grado místico  el año 593 en la ciudad de Fez, haciendo
       la oración ritual de la tarde: Estaba yo orando con un grupo de gente en la
       mezquita Alázhar (que está  al lado de  la Fuente de las caballerías), cuando
       vi una luz que estuvo a punto de ofuscarme privándome de la visión de todo
       cuanto tenía ante mí, sólo que, al verla, perdí la conciencia de la relación es-
       pacial de posterioridad, como si no tuviese ya mi cuerpo espalda  ni occipucio:
       no acertaba a  distinguir, durante aquella  visión, entre unos y otros de  los
       costados de mi cuerpo, de modo que éste vino a ser para mí algo asi como
       una esfera, sin que las relaciones locales de delante y detrás pudiese yo con-
       cebirlas sino por hipótesis, pero no como algo real. Y  la cosa era exactamen-
       te así como yo la contemplaba."
          El jardín de Abenhayún era el lugar escogido por el núcleo, ya nu-
       meroso, de sus discípulos, para escuchar las conferencias místicas de
       Abenarabi y ejercitarse bajo su dirección en las prácticas esotéricas
       del sufismo (2).
         "Asimismo yo me junté con  el cótob (o quicio de los místicos) de aquella
       época, en  el año 593, en  la ciudad de Fez: Dios me  lo mostró en un rapto
       y me lo dió a conocer. Estábamos juntos cierto día en el jardín de Abenhayún,
       en la ciudad de Fez. El se hallaba en medio de un grupo de personas que no
       paraban atención en  él porque era forastero, de  la ciudad de Bugía. Tenía
       una mano seca. En la tertulia estaban con nosotros algunos maestros de espí-
       ritu, de la gente de Dios y expertos en la vida mística, entre los cuales se en-
       contraba Abulabás  el Hadar y otros maestros semejantes. Todo aquel grupo
       acostumbraba a instruirse en cosas espirituales conmigo, siempre que se reunían
       allí. La clase estaba exclusivamente a mi cargo: nadie entre todos ellos llevaba
       la palabra más que yo sobre la ciencia ascético-mística. De modo que aunque
       tratasen de algo que entre ellos estuviesen discutiendo, siempre acababan por
       volverse hacia mí para que diera mi opinión. Recayó de pronto la conversación
       sobre los cótobs (o quicios de los místicos), estando entre los reunidos aquel
       individuo, y yo les dije: "Hermanos, voy a contaros una cosa admirable acerca
       del cótob de esta época." Inmediatamente, aquel hombre (que era  el que Dios
       me había mostrado en sueños que era el cótob de nuestro tiempo y que con fre-
         (1)  Fotuhat,  II, 640.
         (2)  Fotuhat,  IV,  95.
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