Page 78 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Sus relaciones con  el sultán Almohade  71
        que distinguen aquel tono de voz,  la mayoría se extravia por  el aspecto de
        verdad real que les ofrecen las figuras que se les aparecen."
          Difícil es averiguar si este prestigio de Abenarabi trascendía fue-
        ra del limitado círculo de sus discípulos y admiradores. Es lo más ve-
        rosímil que en las altas esferas del gobierno no fuese conocido o que,
        conociéndolo, se procurase hacer el vacío en su derredor para evitar
       posibles efervescencias del fanatismo sufí, que fácilmente degenerasen
        (como es frecuente en  el islam) en revoluciones políticas. Lo único
        cierto es que Abenarabi no gozó, entre los sultanes almohades, de los
       favores que a manos llenas le otorgaron los príncipes musulmanes del
        oriente, en  la segunda parte de su vida. Es más:  él mismo alude,
        aunque muy vagamente, a discusiones violentas que tuvo con  el sul-
        tán Yacub Almansur, por motivos religiosos, de las cuales no debió
       salir muy bien parado el prestigio y autoridad de nuestro místico (1).
         "Yo entré a la casa de un santo varón en Ceuta, en  el Estrecho de Gibral-
       tar. Habíame ocurrido con  el Sultán una discusión que había llenado de cólera
       mi pecho, además de rebajar mi prestigio. Esto había llegado a oídos de aquel
       santo varón. Por eso, tan pronto como me vió, me dijo: "¡Hermano mío! Bien
       poco vale  el que no tiene un enemigo injusto que  le contradiga." Yo  le res-
       pondí: "¡Y extraviarse ha  el que no tiene un sabio que  le dirija!" El repuso
       entonces: "¡Hermano mío! ¡Mansedumbre, mansedumbre!" Y yo añadí: "¡Siem-
       pre que quede a salvo el interés capital, que es la religión!" El asintió: "Ver-
       dad dices." Y calló después."
          De sospechar es también que  el disgusto naciese del fracaso de
       sus gestiones en favor de su amado maestro de Bugía, Abumedín, a
       quien  el Sultán había llamado a la corte, temeroso de posibles com-
       plicaciones políticas, y que acababa de morir entonces (594-1197) en
       Tremecén, agobiado bajo el peso de sus años, de sus achaques y de
       las penalidades de aquel viaje precipitado. Desde ese momento debió
       resolver en su interior Abenarabi abandonar para siempre las tierras
       del Mogreb y buscar en  el oriente un escenario más favorable a sus
       ideas y menos sometido a la absorbente influencia de los alfaquíes,
         (1)  Fotuhat, IV, 701. Cfr. Risalat al-cods, § 26, donde narra por extenso
       el mismo suceso.
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