Page 70 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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        paciente... y me dijo: "Estando yo presente a una conferencia entre varios
       maestros de espíritu, se me planteó esa cuestión  tal como  la había planteado
        Aburrebía,  el ciego malagueño,  el discípulo de Abulalás  b. Alarif  el de Sin-
        hacha."
          Al llegar a Sevilla, un nuevo prodigio, más estupendo que todos
        los que había experimentado, viene a fortificar su  fe, ya arraigada,
       en los fenómenos místicos de comunicación telepática. Durante su es-
       tancia en Túnez había compuesto Abenarabi una poesía, pero mental-
       mente tan sólo, sin ponerla por escrito ni comunicarla a nadie de pa-
       labra. Todo esto no obstante, cierto día un desconocido, con quien
       traba conversación, comienza a recitarle aquellos mismos versos  lite-
       ralmente. La admiración de Abenarabi sube de punto al interrogarle
       sobre el autor de aquella poesía y escuchar de sus labios  el propio
       nombre de Abenarabi, a quien el recitador no conocía. La explicación
       final que éste añade acaba de pasmar a nuestro místico, pues el reci-
       tador le aseguró que en  el mismo día y hora en que Abenarabi com-
       puso mentalmente sus versos en la parte oriental de la mezquita ma-
       yor de Túnez, un hombre misterioso se había detenido en una calle
       de Sevilla ante un grupo de personas y se había puesto a recitarles
        aquellos mismos versos  (1).
         "Había yo compuesto unas estrofas poéticas en  la macsura [oratorio par-
       ticular] de Abenmotsana (que está en la parte oriental de la mezquita aljama
       de Túnez, de las tierras de Ifriquía) a la hora de la oración de la caída de la
       tarde, en un día, cuya fecha precisa me era bien conocida y tenía  fija en mi
       espíritu. Ocurría esto en la ciudad de Túnez. Marché a Sevilla después. Entre
       ambas ciudades media la distancia de tres meses de camino a caballo. [Una
       vez en Sevilla]  se me acerca un hombre, a quien yo no conocía, y comienza
       a recitarme de improviso aquellas mismas estrofas, de  las que yo no había
       dado copia a nadie. Dije entonces a aquel hombre: "¿De quién son esas estro-
       fas?" El me contestó: "De Mohámed Abenarabi", y me dió mi mismo nombre.
       Yo le pregunté: "Y ¿cuándo las aprendiste de memoria?" El entonces me citó
       la fecha misma en que yo las había compuesto, y la hora exacta; todo esto, a
       pesar  del largo tiempo transcurrido. Yo  le pregunté: "¿Quién  te  las  recitó
       para que  las aprendieses de memoria?" Respondió: "Estaba yo sentado una
       noche en  el mercado de Sevilla, de tertulia con un grupo en medio de la calle,
         (1)  Fotuiial,  III, 445.
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