Page 86 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Visiones y éxtasis en Bugia y Túnez 79
que con uno solo de ellos dejase de unirme, y esto con un gran deleite espiritual.
Una vez que hube terminado mis nupcias con los astros, se me entregaron las
letras del alfabeto y también con ellas contraje nupcias. Yo expuse esta visión
que había tenido en sueños a alguien que a su vez la comunicó a un hombre
experto y entendido en la oneirocrítica; pero yo le advertí que no le dije-e a»
intérprete mi nombre. Cuando, pues, aquél le hubo narrado mi ensueño, lo
ensalzó como de gran importancia diciendo: "¡Esto es un Océano cuya pro-
fundidad no es posible alcanzarla! Al que ha tenido esta visión le será revelada
una tal cantidad de conocimientos altísimos, de las ciencias esotéricas y de
las virtudes ocultas de las estrellas, como a ningún otro de su tiempo se le
han levelado." Calló después un rato y después añadió: "Si el que ha t Q nido
tal visión está en esta ciudad, debe ser ese joven andalusi que ha llegado a
ella."
Tres meses después, dentro ya del año 598 (1201 de J. C), volvía
a interrumpir su marcha a Oriente, deteniéndose en Túnez, donde al-
canzaba uno de los más sublimes grados de la perfección mística, du-
rante un éxtasis acompañado de fenómenos anormales y patológicos.
Hallábase en la mezquita haciendo la oración, detrás del imam, cuan-
do de improviso lanzó inconscientemente un grito tan estentóreo, que
todos los fieles asistentes a los oficios perdieron, como él, el sentido,
y hasta algunas mujeres que estaban sobre las azoteas de las casas
vecinas cayeron desvanecidas a los patios, aunque sin hacerse daño
alguno milagrosamente. Abenarabi añade que, al volver en sí, no vió
a nadie en el primer momento; sólo vió un rayo del cielo, y poco des-
pués salieron de su letargo los circunstantes que, pasmados de admi-
ración, le rodearon para averiguar qué le había sucedido (1).
"Cuando yo entré en este grado, estando en Túnez, un grito salió de mi
garganta sin que yo supiese que había salido, a pesar de que ni una sola per-
sona de cuantas lo oyeron dejó de caer al suelo sin sentido, y hasta las mu-
jeres vecinas, que habían salido a las azoteas de las casas para ver lo que había
pasado, cayeron también desvanecidas todas y aun algunas de ellas se desplo-
maron de las azoteas al patio de sus casas, si bien, a pesar de la altura, no se
hicieron daño alguno. Fui yo el primero que volvió en sí. Estábamos haciendo
la oración, detrás del imam. Yo no vi, al volver en mí, a nadie. Tan sólo vi
un rayo. Poco después volvieron en sí los demás y les pregunté: "¿Qué os ha
(1) Fotuhat, 1, 225.