Page 95 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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88            Parte  I. —  Vida de Abenarabi
        Oriente. Por fortuna, en aquella ocasión las acusaciones debieron de
        estrellarse contra la política liberal y benévola de Almálic Aládil, her-
        mano de Saladino, pues bastó una simple recomendación del maestro
        Abulhasán de Bugía, amigo de Abenarabi, para que sus doctrinas pan-
        teístas fuesen interpretadas alegóricamente y se decretase su libertad.
        Por cierto que este peligro a que acababa de verse expuesto no ami-
        noró un ápice sus entusiasmos sufíes ni la sinceridad de su espíritu.
        Apenas  libre de tan  terrible trance, Abenarabi censuró a su mismo
        protector Abulhasán por haber trabajado en su defensa, exclamando:
        "¿Cómo había de ser encarcelado aquel en cuya humanidad reside la
        Divinidad?" (1).
          "Dice Abenarabi en su Fotuhat: "Estaba yo durmiendo en  la estación de
        Abraham  [en  el templo de  la Meca], cuando he aquí que un espíritu del su-
        blime pleroma me habló en estos términos: "Entra en la estación de Abraham,
        pues ciertamente él fué hombre de gemidos y de paciencia." Entendí, pues, que
        me era forzoso sufrir pruebas en mi reputación, de parte de algunos que ha-
        blarían mal de mí, y que yo habría de corresponderles con la paciencia."
          "Las gentes de  la tierra de Egipto concibieron contra  él un odio violento
        por causa de sus doctrinas, y lo acusaron para que fuese condenado a muerte.
        Dios, empero, lo libró por mano del maestro Abulhasán de Bugía,  el cual puso
        empeño en libertarlo interpretando en sentido alegórico sus palabras. Cuando
        Abulhasán  llegó adonde Abenarabi  estaba,  tras de haberlo  libertado,  díjole
        éste: "¿Cómo había de ser encarcelado aquel en cuya humanidad reside la Di-
        vinidad?" A lo cual repuso Abulhasán: "¡Oh señor mío! Esas son expresiones
        de místico entusiasmo, propias del estado de embriaguez extática, y no es en
        manera alguna responsable  el que está  ebrio!  (2)."

          Pronto, sin embargo, abandonó  el Cairo  y, pasando por Alejan-
        dría, dirigióse de nuevo a Meca, donde se detuvo durante el año 604
        (1207 de  J. C), para visitar a su amigo Abuxacha y a la familia de
        éste (Fotuhat,  II, 495). Nuevos avisos del cielo moviéronle a reanu-
        dar su vida peregrinante. Cierto día, en efecto, un santo sufi, a cuyo
       servicio habíase puesto Abenarabi en Meca, anuncióle que Dios humi-
        llaría ante él al más ilustre de los hombres (Abenxaquir,  II, 301). No

         (1)  Xadsarat adsáhab, 815.
         (2)  Fotuhat,  1, 8  [de  la biografía].
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