Page 97 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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90            Parte  I. —  Vida de Abenarabi
        pintor de Conia pintó con tal realismo una perdiz, que un halcón lan-
        zóse sobre  el cuadro, cual  si estuviese viva; pero Abenarabi conoció
        por intuición que la pintura adolecía de un defecto de proporciones y
        el pintor confesó haberlo hecho de propósito para probar las dotes in-
        tuitivas de nuestro místico  (1).

         "Del nombre de Dios "El Creador" deriva  la inspiración divina que reciben
        los hombres de ingenio agudo,  los ingenieros,  los inventores y creadores en
        las artes humanas,  los autores de imágenes extraordinarias. De  este nombre
        reciben todos ellos su inspiración. El es  el que inspira a los pintores  el criterio
        artístico para la belleza de sus pinturas. Lo más maravilloso que yo he visto
        en esta materia fué un pintor a quien en Conia, ciudad del país de los griegos,
        lo sometimos a prueba en nuestra casa y  le enseñamos de su propio arte, en
        una cuestión de imaginación  artística, algo que  él no sabía. Pintó cierto día
        una perdiz, pero poniendo en  ella un defecto tan oculto, que no podía perci-
        birse. Vino con  ella a nuestra casa para probar nuestras dotes de crítico en
        materia de pintura. Habíala pintado en una tabla tan grande como  la perdiz,
        que era de tamaño natural. Teníamos en casa un halcón,  el cual, asi que la vió,
        soltóse de  la mano del que  lo tenía sujeto y se lanzó sobre  la perdiz, gol-
        peándola con su pata, porque se imaginó que era una perdiz viva, de la misma
        figura y con  el mismo color en sus plumas. Maravillados los presentes de la
        belleza y perfección de su arte, dijome  el pintor: "¿Qué me dices tú de esta
        pintura?" Yo  le respondí: "Que  está hecha perfectísimamente, salvo que  en
        ella hay un defecto  oculto."  El pintor (que de antemano se  lo había hecho
        notar a los presentes, puestos con  él de acuerdo), me dijo: "Y ¿cuál es ese
        defecto? ¡Porque estas proporciones de la figura son exactas!" Yo le respondí:
        "En sus patas hay un pequeño exceso de longitud, cosa de un grano de ce-
        bada, más de  lo que exige  la proporción  del cuerpo." Levantóse  el pintor y
        besándome en la cabeza, exclamó: "¡De propósito lo hice para probarte!" Y los
        que estaban presentes acreditaron que así era y añadieron que de antemano
        se lo había dicho a  ellos, antes de que  él me presentase la pintura."
          Quizá pensó entonces Abenarabi sustraerse a estas demostraciones
        públicas de veneración, reanudando sus peregrinaciones a través de
        la Anatolia, pues sucesivamente lo vemos pasar por Caisaría (la an-
        tigua Cesárea de Capadocia), Malatía (Mitilene), Siwas (Sebaste),
        Arzán (en Armenia), Harrán (en Mesopotamia) y Dunaisir (en Di-
       yarbéquer), acompañado de sufíes, y llegar hasta  los lugares más

         (1)  Fotuhat,  II, 558.
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