Page 99 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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92 Parte L — Vida de Abenarabi
dad al respeto que debía merecerles el propio Califa. Refiere, en efec-
to, el mismo Abenarabi que, paseando él cierto día rodeado de sus
discípulos, acertó a pasar junto a ellos el Califa (que debía ser en
aquella fecha Anásir) montado a caballo. Los discípulos, siguiendo las
indicaciones de Abenarabi, no sólo no le saludaron, sino que esperaron
a que el Califa lo hiciese antes que ellos, y entonces respondieron res-
petuosamente. Esta actitud irreverente de Abenarabi para con el jefe
sumo del islam, explícase muy bien por el ambiente de indiferencia
que rodeaba a esta institución del Califato hacía siglos, desde que
el poder temporal se había escapado de sus manos; pero además de-
nuncia el espíritu de rebeldía oculta que, así Abenarabi como todos los
sufíes, alimentaban contra toda la jerarquía oficial religiosa (1).
"Adelántate a saludar a quien sea más anciano que tú. Si vas montado,
seas tú quien se adelante a saludar al que va a pie, y si vas a pie, saluda al
que encuentres sentado. Con uno de los Califas me ocurrió cierto día que, es-
tando yo paseando en compañía de un grupo de discípulos, acertó a pasar por
donde estábamos el Califa. Nos separamos un poco para dejarle el paso franco,
y dije a mis compañeros: "¡Quién lo salude antes que él nos salude, perderá
mi estimación!" Cuando el Califa llegó y pasó junto a nosotros con su caballo,
esperó a que lo saludásemos, según es costumbre en la gente de saludar a los
califas y príncipes; pero viendo que no lo hacíamos, nos echó una mirada y
dijo con voz clara y sonora: "¡Salud! ¡La bendición de Dios y su misericordia
sea con vosotros!" Todos entonces a una voz respondimos: "¡Salud! ¡La ben-
dición de Dios y su misericordia sea contigo!" El añadió: "¡Dios os lo pague!"
Y dándonos las gracias por lo que habíamos hecho, se marchó, dejando mara-
villados a todos los presentes."
En cambio, vérnosle mantener relaciones cordialísimas con los jefes
del poder civil y militar constantemente. El sultán Caicaus I escribía
a Abenarabi por aquella misma fecha, consultándole, sin duda, nego-
cios de estado relativos a los cristianos que vivían en su reino. El
año 609 (1212 de J. C.) contestábale, en efecto, Abenarabi con una
larga carta, cuyo texto nos ha conservado en su Fotuhat y en su Mo-
hadara. Es esta carta un documento de política divina, en el cual
(1) Fotuhat, IV, 638.