Page 184 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 184

C A P Í T U L O XIII





                  Dos meses permanecieron ausentes los fugitivos. Durante aquel


                  intervalo la señora sufrió y dominó lo más agudo de una fiebre

                  cerebral, como diagnosticaron su dolencia. Ninguna madre

                  hubiera cuidado a su hijo con más devoción que Eduardo cuidó

                  a su esposa. Día y noche estuvo a su lado, soportando cuantas


                  molestias le producía. Kennett no ignoraba que aquello que él

                  salvaba de la tumba sólo serviría para aumentar los desvelos

                  de Linton con un nuevo manantial de preocupaciones. Eduardo


                  sacrificaba su salud y sus energías para conservar la vida de

                  una piltrafa humana. No obstante, su gratitud y su alegría

                  fueron inmensas cuando Catalina estuvo fuera de peligro.


                  Horas enteras permanecía sentado a su lado, vigilando los

                  progresos de su salud, y esperando en el fondo que su esposa

                  recobrase también el equilibrio mental y volviera a ser lo que

                  había sido antes.



                  La primera vez que ella salió de su habitación la contemplaron

                  ansiosamente.


                  —Son las primeras flores que brotan en las Cumbres — exclamó.

                  Me recuerdan los vientos templados que funden los hielos, el


                  cálido sol y las últimas nieves, Eduardo, ¿sopla el viento del Sur?

                  ¿Se ha fundido la nieve ya?


                  —Aquí ya no hay nieve, querida —contestó su marido. —Sólo se


                  divisan dos manchas blancas en toda la extensión de los






                                                          184
   179   180   181   182   183   184   185   186   187   188   189