Page 228 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 228
actitud, porque reparé en una pareja de mirlos que iban y
venían a menos de un metro de distancia de él, ocupándose en
construir su nido y tan ajenos a la presencia de Heathcliff como
si fuera un tronco de árbol. Al acercarme, echaron a volar, y él,
levantando los ojos, me dijo:
—¡Ha muerto! ¡Tanto esperar para acabar recibiendo esa
noticia! Vamos; fuera ese pañuelo. No me vengas con llantos...
¡Idos todos al diablo! ¿De qué le servirán vuestras lágrimas?
Yo lloraba tanto por él como por ella. Es frecuente compadecer
a personas que son incapaces de experimentar tal sentimiento
hacia el prójimo y hasta hacia sí mismos. Al verle se me ocurrió
que quizá sabía ya lo sucedido y que se había resignado y
rezaba, porque movía los labios y bajaba la vista.
—Ha muerto —contesté, enjugando mi llanto— y está en el cielo,
adonde todos iríamos a reunirnos con ella si aprovecháramos la
lección y dejáramos el mal camino para seguir el bueno.
—¿Acaso ha muerto como una santa? —preguntó
sarcásticamente Heathcliff. —Vaya... Cuéntame... ¿Cómo ha
muerto...?
Quiso pronunciar el nombre de la señora; pero la voz expiró en
sus labios y se los mordió. Se notaba en él una silenciosa lucha
interna.
— ¿Cómo ha muerto? —volvió a preguntar.
228