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desgarrármelo me lo ha tirado a la cara. Los humanos sentimos
con el corazón, Elena; y desde que desgarró el mío no me es
posible sentir nada hacia él, ni sentiría nada, mientras él no
muera, aunque llorase lágrimas de sangre. ¡No, ya no soy capaz
de sentir!
Isabel rompió a llorar; pero se secó las lágrimas
inmediatamente y continuó:
—Te diré por qué tuve que huir. Llegué a excitar su ira hasta un
extremo que sobrepasó su infernal prudencia y se entregó a
violencias contra mí. Al ver que había logrado exasperarle sentí
cierta satisfacción; luego despertó en mí el instinto de
conservación y hui. ¡Ojalá no vuelva a caer en sus manos de
nuevo!
»Como supondrás —continuó—, el señor Earnshaw se proponía
ir al entierro. No bebió, quiero decir que sólo se emborrachó a
medias, así estuvo hasta las seis, en que se acostó. A las doce
se levantó con lo que se llama la resaca de la embriaguez; de un
humor de perros, por tanto, y con tanta gana de ir a la iglesia
como al baile. De modo que se sentó al fuego y empezó a
beber. Heathcliff, ¡me escalofría pronunciar su nombre!, casi no
apareció por casa desde el domingo. No sé si le daban de
comer los ángeles o quién. Pero con nosotros no come hace una
semana. Al apuntar el alba se encerraba en su habitación,
¡como si temiese que alguien buscara su agradable compañía!,
y allí se entregaba a fervientes plegarias.
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