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pudo hallar completa correspondencia en mi mirada; pero, aun

                  así, encontró en ella lo suficiente para animarle.


                  »—Usted y yo —expuso— tenemos cuentas que arreglar con el


                  hombre que está ahí fuera. Si no fuésemos cobardes,

                  podríamos ponernos de acuerdo para la venganza. ¿Es usted

                  tan mansa como su hermano y está dispuesta a sufrir


                  eternamente sin intentar desquitarse?


                  »—Estoy harta de aguantarle —repliqué—; pero emplear la

                  traición y la violencia es exponerse a emplear un arma de dos

                  filos con la que puede herirse el mismo que la maneja.



                  »—¡La traición y la violencia son los medios que han de utilizarse

                  con quien los emplea! —gritó Hindley. Señora Heathcliff, no

                  necesito de usted, sino que no intervenga ni grite. ¿Se siente

                  capaz de hacerlo? Creo que debiera usted experimentar tanto


                  placer como yo en asistir a la muerte de ese demonio. Él

                  acarreará, de lo contrario, la muerte de usted y la ruina mía.

                  ¡Maldito sea!



                  ¡Está llamando a la puerta como si fuera el amo! Prométame

                  estar callada, y antes de que dé la una aquel reloj, y sólo faltan

                  tres minutos, habrá quedado usted libre de ese hombre.



                  »Hablando así sacó el arma que te he descrito en otra ocasión,

                  Elena, y se dispuso a apagar la vela, pero yo se lo impedí.


                  »—No callaré —le dije. —No lo toque. ¡Deje la puerta cerrada,

                  pero no le haga nada!









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