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» ¡Estoy resuelto, y cumpliré lo que me propongo! —exclamó
Hindley.
—Haré justicia a Hareton y un favor a usted misma, aunque no
quiera. Y ni siquiera tiene usted que preocuparse de salvarme.
Catalina ya no vive, y nadie tiene por qué avergonzarse de mí.
Ha llegado el momento de acabar.
»Tan fácil como con él me hubiera sido luchar con un oso o
razonar con un perturbado. Sólo me quedaba una solución:
correr a la ventana y avisar a la presunta víctima.
»—Mejor será que no insistas en entrar —le dije desde la
ventana. — Si lo haces, el señor Earnshaw está dispuesto a
pegarte un tiro.
»—Más te valdría abrirme la puerta —replicó Heathcliff,
añadiendo algunas galantes expresiones que más vale no
repetir.
»—Bien; pues allá tú —repliqué. —Yo he hecho lo que debía.
Ahora, entra, y que te mate si quiere.
»Cerré la ventana y me volví junto al fuego, sin afectar por su
suerte una hipócrita ansiedad que estaba muy lejos de sentir.
Earnshaw, furioso, me increpó con violencia, acusándome de
cobarde y diciéndome que aún amaba al villano. Pero en lo que
yo pensaba en el fondo, sin sentir remordimiento alguno de
conciencia, era en lo muy conveniente que sería para Earnshaw
que Heathcliff le librara del peso de la vida y en lo muy
conveniente que sería para mí que Hindley me librase de
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