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En cambio, a su esposa nunca le había dado tal nombre, tal vez

                  porque Heathcliff lo hacía.


                  Creo que quería más a su hija porque le recordaba a su esposa


                  que por ser hija suya.


                  Al comparar su caso con el de Hindley, yo no lograba

                  comprender bien cómo ambos en un mismo caso habían

                  seguido tan opuestos caminos. Hindley, que parecía más fuerte,


                  había manifestado ser más débil. Al hundirse el barco que

                  capitaneaba, abandonó su puesto, dejándolo entregado a la

                  confusión, mientras Linton, al contrario, había confiado en Dios


                  y demostrado el valor de un corazón leal y fiel. Este esperó y el

                  otro había desesperado. Cada cual eligió su propia suerte y

                  recibió la justa recompensa de sus respectivas actitudes. En fin,


                  señor Lockwood: no creo que usted necesite para nada mis

                  deducciones morales, que sabrá sacar por cuenta propia.


                  Earnshaw acabó como era de suponer. A los seis meses de

                  morir su hermana, falleció él. En la Granja supimos muy poco de


                  su estado. Fue el señor Kennett quien nos lo comunicó.


                  —Elena —dijo una mañana temprano, entrando en el patio a

                  caballo—,



                  ¿quién crees que ha muerto?


                  —¿Quién? —exclamé, temblando.


                  —Adivina —contestó—, y coge la punta de tu delantal; te va a

                  ser necesario.








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