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—Si tú has estado —dijo, regocijada—, también yo podré ir
cuando sea mayor. ¿Papá ha estado allí, Elena?
—Su papá le diría —me apresuré a contestar— que ese sitio no
merece la pena de visitarlo. El campo por donde pasea usted
con él es mucho más hermoso, y el parque de esta casa es el
sitio más bonito del mundo.
—Pero yo conozco el parque, y ese sitio no —murmuró ella
como para sí.
—¡Cuánto me gustaría mirar desde lo alto de aquella cumbre!
Tengo que ir alguna vez en mi jaquita Minny.
Una de las criadas le habló un día de la Cueva Encantada. Esto
le interesó tanto, que no hizo más que marear al señor Linton
con su insistencia en ir a visitarla. Él le prometió que la
complacería cuando fuera mayor. Pero la niña contaba su edad
de mes en mes, y frecuentemente preguntaba:
— ¿Soy ya bastante grande?
Mas Eduardo no tenía deseo alguno de ir, porque el camino
pasaba cerca de Cumbres Borrascosas, y esto no le placía.
Solía, pues, contestar:
—Aún no, querida, aún no.
Como dije, la señora Heathcliff no vivió más que doce años
después de haber abandonado a su esposo. Su débil
constitución era un mal congénito en la familia. Ni ella ni su
hermano disfrutaban de la robustez que es común en la
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