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madre del niño ni usted. Lo que quiere es al chico, y ahora
mismo.
—Esta noche, no —repitió mi amo. —Váyase y transmita a su
amo lo que le he dicho. Acompáñele, Elena. ¡Váyase...!
Y como el viejo persistiera en no irse, le cogió de un brazo y le
sacó a la fuerza, cerrando la puerta tras él.
—¡Está bien! —gritó José mientras se iba. — Mañana vendrá mi
amo y veremos si se atreve a echarle también.
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