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C A P Í T U L O XX
Para evitar la posibilidad de que se cumpliese aquella amenaza,
el señor Linton, al día siguiente, temprano de mañana, me
encargó que llevase al niño a casa de su padre en la jaca de
Cati, y me advirtió:
—Como ahora no vamos a poder intervenir en el destino que le
espera, sea bueno o malo, di únicamente a mi hija que el padre
de Linton ha enviado a buscarle, pero no le digas dónde está,
para impedir que sienta deseos de visitar Cumbres Borrascosas.
Linton no quería levantarse a las cinco de la mañana, y menos
al saber que se trataba de continuar el viaje. Pero yo le dije que
era sólo cuestión de ir a pasar una temporada con su padre, el
señor Heathcliff, que tenía muchos deseos de conocerle.
—¿Mi padre? —contestó. —Mamá nunca me habló de mi padre.
Prefiero quedarme con el tío. ¿Dónde vive mi padre?
—Vive cerca de aquí —contesté. —Cuando esté usted fuerte
puede venir andando. Debe usted alegrarse de verle y de estar
con él, y debe procurar quererle como ha querido usted a su
mamá.
—¿Cómo no me hablaba mamá de él y por qué no vivían juntos?
— preguntó Linton.
—Porque él tenía que estar aquí por sus asuntos —alegué—, y a
su mamá su mala salud le obligaba a vivir en el Sur.
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