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—No, ¿eh? Tu madre debía haberse avergonzado de no
despertar tu cariño hacia mí. Bueno, pues entérate: eres mi hijo,
y tu madre fue una malvada bribona al no explicarte qué clase
de padre tienes. ¡Vamos, te ruborizas! Algo es convencerse de
que no tienes blanca la sangre también. Ahora a ser buen chico.
Elena, siéntate, si estás cansada, y vuélvete a tu casa, si no. Ya
supongo que contarás en la Granja todo lo que estás viendo y
oyendo. Y el chico no se hará al ambiente mientras no se quede
con nosotros solo.
—Espero, señor Heathcliff —contesté—, que se portará bien con
el niño, porque de lo contrario no le tendrá mucho tiempo a su
lado. Piense que es el único familiar que le queda.
—Seré buenísimo con él, no tengas miedo —repuso. Ahora que
nadie más lo será. Procuraré monopolizar su afecto. Y para
empezar mis bondades, ¡José, trae algo de desayunar al niño!
Hareton, cachorro del diablo, vete a trabajar — y cuando
ambos se fueron, agregó—: Sí, Elena, mi hijo es el futuro
propietario de tu casa y no quiero que muera hasta estar
seguro de que yo seré su heredero. Además, es hijo mío, y
quiero ver a mi descendiente dueño exclusivo de los bienes de
los Linton y a estos o a sus descendientes cultivando las tierras
de sus padres a las órdenes de mi hijo. Es lo único que me
interesa de este chico. Le odio por lo que me evoca, y le
desprecio por lo que es. Pero lo que te he dicho basta para que
le cuide y le atienda tanto como tu amo pueda atender y cuidar
a su hija. He preparado para él una habitación lindamente
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