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José y hay que tenerle siempre preparados bombones y
golosinas, y leche y más leche. Se pasa el tiempo al lado de la
lumbre, envuelto en un abrigo de pieles, teniendo al alcance de
su mano tostadas y algo que beber. Y si alguna vez Hareton,
que no es malo, a pesar de su tosquedad, va a distraerle,
siempre salen uno renegando y otro llorando. Se me figura que
al amo le agradaría que Earnshaw moliese al niño a palos, si no
se tratara de su hijo, y creo que sería capaz de echarle de casa
si supiera lo mucho que el chico se cuida. Pero el señor no entra
nunca en la salita, y si Linton empieza a hacer tonterías de esas
en el salón, le manda enseguida irse a su cuarto.
Estas explicaciones me hicieron comprender que el joven en
medio de un ambiente donde no encontraba simpatía alguna,
se había hecho egoísta e ingrato, si es que no lo era ya de
nacimiento, y cesé de interesarme por él, por más que no dejara
de lamentar que no le hubieran permitido estar con nosotros.
Pero el señor Linton me estimulaba a que me informase de él, y
creo que le hubiera agradado verle, porque una vez incluso me
mandó preguntar a la criada si el muchacho no solía ir al
pueblo.
Ella me contestó que había ido con su padre a caballo dos o
tres veces, y que siempre había vuelto rendido para varios días.
La criada a que me refiero se marchó dos años después de
llegar el niño.
En la Granja el tiempo transcurría plácidamente. Llegó el
momento en que la señorita Cati cumplió los dieciséis años. No
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