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—Guárdate de mencionar a su madre —gruñó Heathcliff,
enojado. —Trae algo que le guste, y basta. ¿Qué suele comer,
Elena?
Indiqué que le convendría té o leche hervida, y la criada recibió
orden de prepararlo. Yo reflexioné que el egoísmo de su padre
contribuiría a su bienestar. Heathcliff veía que su delicada salud
exigía tratarle con cuidado. Y pensé que el señor se consolaría
cuando se lo dijese. Entretanto, como ya no tenía pretexto para
quedarme, salí al patio, aprovechando un momento en que
Linton estaba ocupado en rechazar tímidamente las muestras
de amistad que le quería prodigar un mastín. Pero él se dio
cuenta de mi marcha.
Al cerrar la puerta le oí gritar repetidamente: ¡No se vaya! ¡No
quiero quedarme aquí! Se cerró la puerta y le impidieron salir.
Monté en Minny y así concluyó mi breve custodia del muchacho.
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