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C A P Í T U L O XVIX





                  Una carta orlada de negro nos anunció el retorno del amo. En


                  ella se contenían instrucciones para preparar el luto de su

                  hermana y la instalación de su sobrino. Cati estaba encantada

                  con la idea de volver a ver a su padre, y no hacía más que

                  hablar de su verdadero primo, como ella decía. Por fin, llegó la


                  tarde en que el amo debía regresar. Desde por la mañana, la

                  joven se había ocupado en sus pequeños quehaceres y en

                  vestirse de negro (aunque la pobre no sentía dolor alguno por la


                  muerte de su desconocida tía). Finalmente, me obligó a que

                  fuera con ella hasta la entrada de la finca para recibir a los

                  viajeros.


                  —Linton tiene seis meses justos menos que yo —me decía


                  mientras pisábamos el verde césped de las praderas, bajo la

                  sombra de los árboles. —


                  ¡Cuánto me gustará tener un compañero para jugar! La tía


                  Isabel envió una vez a papá un rizo del cabello de Linton: era

                  tan fino como el mío, pero más rubio. Lo he guardado en una

                  cajita de cristal, y siempre he pensado que me gustaría  mucho

                  ver  a  su  dueño.  ¡Y  papá  viene  también!  ¡Querido  papá!



                  ¡Vamos de prisa, Elena!


                  Se adelantó corriendo y se volvió atrás muchas veces antes de

                  que yo llegara lentamente a la verja. Nos sentamos en un ribazo









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