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abandonó a Linton, ¿eh? Pues entérese de que le abandonó en
plena desesperación. Él tomó aquello en serio, está enamorado
de usted, y, por mi vida, que le aseguro que se muere, y no
metafóricamente, sino muy en realidad. ¡Ni Hareton tomándole
el pelo seis semanas seguidas ni yo con las medidas más
enérgicas que pueda usted imaginarse, hemos logrado nada!
Como usted no le cure, antes del verano habrá muerto.
—No engañe tan descaradamente a la pobrecita —grité yo
desde dentro.
—Haga el favor de seguir su camino. ¿Cómo puede mentir así?
Espere, señorita Cati, que voy a saltar la cerradura con una
piedra. No crea todos esos disparates. Comprenda que es
imposible que haya quien se muera de amor por una
desconocida.
—No sabía que hubiera escuchas —murmuró el villano al
sentirse descubierto. —Mi querida Elena, ya sabes que te
estimo, pero no puedo con tus chismorreos. ¿Cómo te atreves a
engañar a esta pobre niña diciendo que la aborrezco e
inventando cuentos de miedo para que tome horror a mi casa?
Vaya, Catalina Linton, preciosa, aproveche el que toda esta
semana estaré fuera de casa, y vaya a ver si he mentido o no.
Póngase en su lugar y piense lo que sentiría si su indiferente
enamorado rehusara consolarle por no darse un pequeño
paseo. No cometa ese error. ¡Le juro que va derecho a la tumba,
y que sólo puede usted salvarle! ¡Se lo juro por mi salvación
eterna!
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