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Yo no me sentía muy dispuesta a obedecerle, tanto más cuanto

                  no siquiera me había agradecido el arreglarle el fuego, y

                  respondí:



                  —Allí está José únicamente.


                  —Tengo sed —dijo Linton. —Zillah no hace más que escaparse a

                  Gimmerton desde que mi padre se fue. ¡Es una miserable! Y

                  tengo que bajar aquí, porque si estoy arriba no me hacen caso


                  cuando les llamo.


                  —¿Su padre se cuida de usted, señorito? —le pregunté.


                  —Por lo menos hace que los demás me atiendan —contestó. —


                  ¿Sabes, Cati? Aquel animal de Hareton se burla de mí. Le odio a

                  él y a todos éstos. Son odiosos.


                  Cati cogió un jarro de agua que halló en el aparador y llenó un

                  vaso. Él le rogó que añadiese una cucharada de vino de una


                  botella que había encima de la mesa, y después de beber se

                  mostró más amable.


                  —¿Estás contento de verme? —volvió a preguntar la joven,


                  animándose al ver en el rostro de su primo un esbozo de

                  sonrisa.


                  —Sí. Es muy agradable oír una voz como la tuya. Pero papá me


                  aseguraba que no venías porque no querías, y esto me

                  disgustaba. Me acusaba de ser un hombre despreciable, y

                  afirmaba que de haberse hallado él en mi lugar sería a estas











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