Page 318 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 318

—No puedo —respondió el joven. —Tú, como no la padeces, no

                  sabes lo que es esta tos. No me dejará dormir en toda la noche.

                  Mientras tú descansas tranquilamente yo me ahogaré, aquí


                  solo. No puedes figurarte las noches que paso.


                  Y el muchacho empezó a gemir, tanta era la pena que le

                  inspiraban sus propios sufrimientos.


                  —No será la señorita quien vuelva a molestarle —dije yo. —Si no


                  hubiese venido no habría perdido usted nada. Pero no se

                  preocupe, que no volverá a importunarle, estese tranquilo...


                  —¿Quieres que me vaya, Linton? —preguntó Catalina.



                  —No puedes rectificar el mal que me has hecho —replicó él. —¡A

                  no ser que quieras seguir molestándome hasta producirme

                  fiebre!


                  —Entonces, ¿me voy?



                  —Por lo menos, déjame solo. Me es imposible ahora seguir

                  hablando contigo.


                  Ella se resistía a marcharse; pero al fin como él no le


                  contestaba, cedió a mis instancias y se dirigió hacia la puerta

                  seguida por mí. Pero antes de que llegáramos oímos un grito

                  que nos hizo volver. Linton se había dejado caer de su silla y se


                  retorcía en el suelo. Era una chiquillada de niño mal educado

                  que quiere molestar todo lo posible.


                  Comprendí por este detalle cuál era su verdadero carácter y la

                  locura que sería tratar de complacerle. En cambio, la señorita se







                                                          318
   313   314   315   316   317   318   319   320   321   322   323