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Mandaré arreglar la cerradura para que no pueda usted

                  escaparse.


                  —Puedo saltar por el muro —repuso ella en broma. —Elena, la


                  Granja no es una prisión ni tú un carcelero. Tengo ya casi

                  diecisiete años y soy una mujer. Y Linton se repondría

                  seguramente si yo le cuidara. Tengo más edad y más juicio que


                  él; no soy tan niña. Él hará lo que yo le diga si le mimo un poco.

                  Cuando se porta bien, es adorable. ¡Cuánto me gustaría que

                  viviera en casa! Una vez acostumbrados el uno al otro, no

                  reñiríamos nunca. ¿No te agrada Linton, Elena?



                  —¿Agradarme? ¡Es el chico más insoportable que he visto en mi

                  vida! Menos mal que no llegará a cumplir veinte años, según

                  dijo el mismo señor Heathcliff. Mucho dudo que pueda vivir


                  hasta la primavera. Y no creo que su familia pierda nada

                  porque se muera. Hemos tenido suerte con que no se quedara

                  en casa. Cuanto mejor le hubiéramos tratado, más pesado y

                  más egoísta se hubiera vuelto. Celebro mucho, señorita, que no


                  haya ninguna posibilidad de que él llegue a ser su esposo.


                  Mi compañera se puso seria al oírme, ofendida de que hablase

                  con tanta frialdad de la muerte de su primo.


                  —Es más joven que yo —repuso—, y lógicamente debiera vivir


                  más, o, por lo menos, tanto como yo. Está ahora tan fuerte

                  como cuando vino. No tiene más que un constipado, igual que

                  papá. Y si dices que papá se pondrá bueno, ¿por qué no va a


                  ponerse bueno él?







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