Page 75 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 75

—Ven a saludar a la señorita como lo han hecho los demás

                  criados.


                  Catalina al ver a su amigo corrió hacia él, lo besó seis o siete


                  veces en cada mejilla, y después, separándose un poco, le dijo,

                  riendo:


                  —¡Huy, qué negro estás y qué cara de enfadado tienes! Claro,

                  es que me he acostumbrado a ver a Eduardo y a Isabel. ¿Me


                  has olvidado, Heathcliff?


                  —Dale la mano, Heathcliff —dijo Hindley, con aire de

                  condescendencia.



                  —Por una vez la cosa no tiene importancia.


                  —No lo haré —repuso el muchacho. —No estoy dispuesto a que

                  se rían de mí.



                  Y trató de alejarse, pero Catalina le sujetó.


                  —No quise burlarme de ti. No pude contenerme al ver tu

                  aspecto. Anda, dame la mano siquiera. Si te lavas la cara y te

                  peinas parecerás otro. Pero



                  ¡ahora estás tan sucio!


                  Examinó los negros dedos que tenía entre los suyos y luego se

                  miró el vestido, temiendo que con aquel contacto hubiese


                  sufrido algo que no fuera precisamente embellecerse.


                  —Nadie te mandaba tocarme —dijo él, separando de un tirón su

                  mano.








                                                           75
   70   71   72   73   74   75   76   77   78   79   80