Page 90 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 90
Earnshaw, es una fortuna que su mujer le haya dado un hijo.
Cuando la vi por primera vez tuve la seguridad de que no viviría
largo tiempo, y ahora puedo decirle que no pasará del invierno.
No se aflija, porque la cosa no tiene remedio; pero debió haber
buscado usted una esposa menos endeble.»
—¿Y qué contestó el amo? —pregunté a la muchacha.
—Creo que una blasfemia; pero no me fijé, porque estaba
pendiente de ver al niño.
Y la chica empezó a describirme al nene con entusiasmo. Yo me
apresuré a correr a casa, ya que tenía tantos deseos de verlo
como ella; pero me daba pena de Hindley. Sabía que en su
corazón sólo había lugar para dos afectos: el de su mujer y el de
sí mismo. A ella la adoraba, y me parecía imposible que pudiese
soportar su pérdida.
Cuando llegamos a Cumbres Borrascosas, él se hallaba en pie
ante la puerta. Le pregunté cómo estaba el niño.
—A punto de echar a correr, Elena —me replicó, sonriendo.
—¿Y la señora? —osé preguntarle. —Creo que el médico dice
que...
—¡Al demonio con el médico! –contestó. —Francisca está bien y
la semana próxima se habrá restablecido del todo. Si subes, dile
que ahora iré a verla, siempre que prometa no hablar. Me he
ido de la habitación porque no quería callarse, y es preciso que
90