Page 95 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 95
recibiera se había disipado. Los trabajos a que le dedicaban
habían extinguido de él todo amor al estudio, y el sentimiento
de superioridad que en su niñez le infundieran las atenciones
del antiguo amo, ya no existía. Durante bastante tiempo se
esforzó en mantenerse al nivel cultural de Catalina, pero tuvo al
fin que rendirse a la evidencia. Al comprender que ya no le era
posible recuperar lo perdido, se abandonó del todo, y su
aspecto reflejaba su hundimiento moral. Tenía un aire innoble y
grosero, del que actualmente no conserva nada; se hizo
insociable en extremo, y parecía complacerse en inspirar
repulsión antes que simpatía en los pocos que le trataban.
Cuando estaba libre de ocupaciones seguía siendo el eterno
compañero de Catalina. Pero no le expresaba nunca su afecto
verbalmente, y recibía las afectuosas caricias de su amiga sin
corresponderlas.
El día a que me refiero, entró en la habitación donde yo estaba
ayudando a vestirse a la señorita Catalina, y anunció su
decisión de no trabajar aquella tarde. Ella, que no esperaba tal
resolución, había citado a Eduardo, y estaba preparándose
para recibirle.
—¿Tienes algo que hacer esta tarde, Catalina? —le preguntó. —
¿Piensas salir?
—No; está lloviendo.
—Entonces ¿por qué te has puesto este vestido de seda?
Supongo que no esperarás a nadie...
95