Page 102 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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las  ruinas  grecorromanas  de  Asia  Menor,  que  eran  su  tema  favorito.

               Reconocía  su  incapacidad  para  distinguir  los  personajes  desfigurados  que
               aparecían en el monolito, pero los consideraba inconfundiblemente mongoles.
               Sin  embargo,  a  pesar  de  lo  poco  que  averigüé  por  medio  de  Dostmann,  sí
               hallé  una  mención  al  nombre  de  la  aldea  más  próxima  a  la  Piedra  Negra,

               Stregoicavar, un nombre siniestro, que significaba algo parecido a Ciudad de
               Brujas.
                    Un  examen  minucioso  de  las  guías  y  artículos  de  viajes  no  me
               proporcionó mayor información. Stregoicavar, que no aparecía en ninguno de

               los  mapas  que  consulté,  estaba  en  una  región  silvestre  y  poco  frecuentada,
               apartada de los caminos de los turistas ocasionales. Pero encontré tema para
               mis  reflexiones  en  el  Folklore  magiar  de  Dornly.  En  su  capítulo  sobre  los
               mitos de los sueños, mencionaba la Piedra Negra y hablaba de cierta curiosa

               superstición referente a ella, en concreto la creencia de que si alguien duerme
               en las proximidades del monolito, esa persona se verá acosada eternamente
               por pesadillas monstruosas; y citaba relatos de los lugareños sobre personas
               demasiado curiosas que se aventuraron a visitar la Piedra durante la noche del

               solsticio estival, y que murieron enloquecidas por algo que habían visto allí.
                    Eso es todo lo que pude sacar de Dornly, pero mi interés se vio aumentado
               al  percibir  un  aura  inconfundiblemente  siniestra  alrededor  de  la  Piedra.  La
               sugerencia  de  que  poseía  una  antigüedad  oscura,  la  alusión  repetida  a

               acontecimientos antinaturales en la noche del solsticio estival, despertó algún
               instinto dormido en mi ser, igual que uno siente, en lugar de oírlo, el fluir de
               un río oscuro y subterráneo en la noche.
                    De  pronto,  comprendí  la  conexión  entre  esta  Piedra  y  cierto  poema

               extraño y fantástico escrito por el poeta loco, Justin Geoffrey, El pueblo del
               monolito. Mis pesquisas me proporcionaron la información de que Geoffrey
               había escrito el poema mientras viajaba por Hungría, y no pude dudar de que
               la  Piedra  Negra  era  el  monolito  al  cual  se  refería  en  sus  extraños  versos.

               Releyendo sus estrofas, sentí una vez más la ahogada agitación de impulsos
               subconscientes que había notado cuando supe por primera vez de la Piedra.
                    Había estado buscando un lugar donde pasar unas breves vacaciones, de
               manera que me decidí a ir a Stregoicavar. Un tren de estilo obsoleto me llevó

               desde Temesvar hasta una distancia como mínimo aceptable de mi objetivo, y
               un viaje de tres días en un traqueteante coche de caballos me trasladó a la
               aldea situada en un fértil valle entre las montañas cubiertas de abetos.
                    El viaje en sí careció de incidentes, pero durante el primer día pasamos

               por el antiguo campo de batalla de Schomvaal, donde el valiente caballero




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