Page 107 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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No diré que los caracteres de la Piedra Negra fueran similares a los de

               aquella  roca  colosal  del  Yucatán;  pero  los  unos  sugerían  a  los  otros.  En
               cuanto  a  la  sustancia  del  monolito,  aquí  también  quedé  desconcertado.  La
               piedra de la que estaba compuesto era de un negro pálido y brillante, cuya
               superficie,  donde  no  estaba  mellada  y  desgastada,  producía  una  curiosa

               ilusión de semitransparencia.
                    Pasé allí la mayor parte de la mañana y me marché desconcertado. No se
               me  ocurría  ninguna  relación  entre  la  Piedra  y  ningún  otro  artefacto  del
               mundo. Era como si el monolito hubiera sido erigido por manos extrañas, en

               una época distante y alejada de la comprensión humana.
                    Regresé a la aldea con mi interés intacto. Ahora que había visto algo tan
               singular, mi deseo de investigar más a fondo el tema se veía estimulado, y
               quería  averiguar  con  qué  extrañas  manos  y  para  qué  extraño  propósito  se

               había erigido la Piedra Negra en aquel pasado remoto.
                    Busqué al sobrino del posadero y le interrogué sobre sus sueños, pero se
               mostró impreciso, aunque deseoso de ayudar. No le importaba hablar de ellos,
               pero era incapaz de describirlos con la menor claridad. Aunque soñaba los

               mismos  sueños  continuamente,  y  aunque  eran  espantosamente  vividos,  no
               dejaban ninguna impresión reconocible en sus pensamientos despiertos. Sólo
               los  recordaba  como  pesadillas  caóticas  a  través  de  las  cuales  inmensos
               torbellinos de fuego arrojaban horribles lenguas flamígeras y un tambor negro

               aullaba incesantemente. Sólo una vez había visto en ellos la Piedra Negra, y
               no en la ladera de una montaña, sino irguiéndose como una torre sobre un
               inmenso castillo negro.
                    En cuanto al resto de los aldeanos, descubrí que no se sentían inclinados a

               hablar  de  la  Piedra,  con  la  excepción  del  maestro  de  escuela,  un  hombre
               dotado de una educación sorprendente, que pasaba mucho más tiempo que los
               demás en el mundo exterior.
                    Se sintió muy interesado por lo que le conté sobre las observaciones de

               Von Junzt acerca de la Piedra, y estuvo de acuerdo con el autor alemán en la
               supuesta edad del monolito. Creía que antaño había existido un aquelarre en
               las  cercanías  y  que  posiblemente  todos  los  aldeanos  originales  habían  sido
               miembros de ese culto de la fertilidad que amenazó con minar la civilización

               europea  y  dio  origen  a  los  relatos  de  brujería.  Citó  el  mismo  nombre  del
               pueblo  para  demostrar  su  teoría;  dijo  que  originalmente  no  se  llamaba
               Stregoicavar; según las leyendas, sus fundadores lo habían llamado Xuthltán,
               que era el nombre aborigen del lugar sobre el cual se construyó la aldea hacía

               muchos siglos.




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