Page 140 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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marchitas y su piel estaba pegada a su cráneo como la de una momia, pero
manejaba con facilidad la imagen que antes dos fuertes vikingos habían
tenido problemas para cargar.
Como si leyera sus pensamientos, Brogar habló suavemente.
—Sólo un amigo puede tocar con seguridad al Oscuro. Sabíamos que eras
un amigo, pues viajó en tu barco y no te hizo ningún daño.
—¿Cómo sabéis eso?
—El Viejo —señaló al anciano de barba blanca—, Gonar, sacerdote
supremo del Oscuro; el fantasma de Bran se le aparece en sueños. Fueron
Grok, el sacerdote inferior, y su gente, los que robaron la imagen y se hicieron
a la mar con ella en un bote. En sueños los siguió Gonar; sí, mientras dormía
envió su espíritu hacia el fantasma del Morni, y vio la persecución de los
daneses, la batalla y la matanza de la Isla de las Espadas. Vio que llegabas y
encontrabas al Oscuro, y vio que el fantasma del gran rey se complacía de
verte. ¡Ay de los enemigos de Mak Morn! Pero a sus amigos les sonríe la
buena suerte.
Turlogh recuperó el sentido como si despertase de un sueño. Notaba en la
cara el calor del salón que ardía, y las llamas titilantes iluminaban y
ensombrecían el rostro tallado del Hombre Oscuro mientras sus adoradores se
lo llevaban del edificio, prestándole una extraña vida. ¿Era, en verdad, el
espíritu de un rey muerto que vivía en la piedra fría desde hacía mucho? Bran
Mak Morn amó a su pueblo con un amor salvaje; odió a sus enemigos con un
odio espantoso. ¿Era posible insuflar en la piedra ciega e inanimada un amor
palpitante y un odio que durasen siglos?
Turlogh levantó la forma inerte y frágil de la muchacha muerta y la sacó
del salón en llamas. Había cinco botes grandes anclados, y desperdigados
alrededor de las cenizas de las fogatas que habían encendido los siervos
yacían los cuerpos enrojecidos de los juerguistas que habían muerto en
silencio.
—¿Cómo pudisteis tomar a estos por sorpresa? —preguntó Turlogh—. ¿Y
de dónde vinisteis en esos botes abiertos?
—El sigilo de la pantera pertenece a quien vive en sigilo —contestó el
picto—. Y estos estaban borrachos. Seguimos el camino del Oscuro y
llegamos desde la Isla del Altar, cerca de tierras escocesas, donde Grok había
robado al Hombre Oscuro.
Turlogh no conocía ninguna isla con ese nombre, pero comprendió el
valor de aquellos hombres al desafiar los mares en botes como aquellos.
Pensó en su propio bote y pidió a Brogar que enviase a algunos de sus
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