Page 142 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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—¡Mira!  —gritó  repentinamente,  señalando  hacia  el  mar—.  ¡El  océano

               está  hecho  de  sangre!  ¡Mira  cómo  flota  rojo  bajo  el  sol  naciente!  ¡Oh,
               pobrecillos,  pobrecillos,  la  sangre  que  habéis  derramado  con  tanta  furia
               convierte los mismos mares en escarlata! ¿Cómo podéis ganar al Final?
                    —Yo  vine  con  la  nieve  y  la  lluvia  —dijo  Turlogh,  sin  comprender  al

               principio—. Y me voy como vine.
                    El sacerdote agitó la cabeza.
                    —Es más que un mar mortal. Tus manos están rojas de sangre y sigues tu
               camino  en  el  rojo  mar,  pero  la  culpa  no  es  completamente  tuya.  Dios

               Todopoderoso, ¿cuándo cesará el reino de la sangre?
                    Turlogh agitó la cabeza.
                    —Cuando la raza se acabe.
                    El viento de la mañana hinchó su vela. Emprendió la carrera hacia el oeste

               como  una  sombra  que  huyera  del  alba.  Y  así  desapareció  Turlogh  Dubh
               O’Brien  de  la  vista  del  sacerdote  Jerome,  que  se  quedó  mirando,  haciendo
               visera sobre su cansada frente con su delgada mano, hasta que el barco no fue
               más que una mota perdida en la agitada inmensidad del mar azul.




















































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