Page 258 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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Pero después de cruzar el Canadiense, el ganado salió en estampida en la
noche más clara y tranquila que he visto jamás. Estábamos viajando de noche
y no vi ni oí nada que pudiera provocarlo, pero uno de los muchachos dijo
que justo antes del estallido oyó un gemido profundo entre unos macizos de
álamos, y vio una extraña luz azul resplandeciendo. El caso es que los
novillos se asustaron tan repentina e inesperadamente que casi me arrollan, y
tuve que cabalgar a galope tendido. Tenía novillos detrás de mí y a ambos
lados, y si no hubiera montado el caballo más rápido que se ha criado jamás
en el Sur de Texas, me habrían pisoteado hasta hacerme pulpa.
Bueno, por fin me aparté de su paso, y pasamos el día siguiente entero
reuniendo el ganado desperdigado por los llanos. Fue entonces cuando murió
Joe Richards. Estaba en los llanos, conduciendo un puñado de novillos, y de
pronto, sin ninguna razón que yo pudiera distinguir, mi caballo lanzó un
relincho terrible y se cayó hacia atrás conmigo encima. Salté justo a tiempo
de impedir que me espachurrara, y un novillo de cuernos enormes lanzó un
berrido y vino por mí.
No había ningún árbol más grande que un arbusto en las proximidades, así
que intenté sacar la pistola, pero no sé cómo el martillo se había quedado
enganchado bajo mi cinto, y no pude soltarla. Aquel novillo salvaje no estaba
a más de diez saltos de mí cuando Joe Richards le echó el lazo, y su caballo,
que era novato, se inclinó hacia delante y hacia los lados. Mientras caía, Joe
intentó ponerse a salvo, pero su espuela se quedó atrapada en la cincha
trasera, y al momento siguiente el novillo le ensartó limpiamente con los
cuernos. Fue algo espantoso de ver.
Para entonces ya había sacado la pistola, y disparé al novillo, pero Joe
había muerto. Estaba horriblemente destrozado. Le enterramos en el mismo
sitio donde cayó, y pusimos una cruz de madera, y John Elston grabó el
nombre y la fecha con su cuchillo de monte.
Después de aquello los muchachos no volvieron a hacer bromas sobre si
era un gafe. No me hablaban demasiado y yo me mantenía aparte, aunque el
Señor sabe que no era culpa mía nada de aquello, desde mi punto de vista.
Bueno, llegamos a Dodge City y vendimos los novillos. La última noche
soñé que veía a Jezebel, igual de claro que veo la pistola en mi cadera. Me
sonrió como el diablo mismo y dijo algo que no pude entender, pero me
señaló, y creo que sé lo que quiso decir.
Bill, no volverás a verme jamás. Soy hombre muerto. No sé cómo
ocurrirá, pero tengo la sensación de que no viviré para ver otro amanecer. Así
que te escribo esta carta para que conozcas este asunto y para que sepas que
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