Page 261 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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Fue al saloon.

                    Pensé que estaba enfermo y que había perdido la chaveta, así que no le
               arresté.  Creí  que  sólo  se  tomaría  un  trago  y  luego  se  marcharía  a  dejar  su
               pistola en el hotel como le había pedido. Seguí vigilándole para asegurarme
               de que no intentaba nada raro con nadie en el saloon, pero él no se fijó en

               nadie, se tomó un trago en la barra, y se fue al cuarto trasero.
                    Unos  minutos  después  salió  corriendo  un  hombre,  gritando  que  habían
               matado a alguien. Fui directamente al cuarto trasero, y llegué allí justo cuando
               Mike O’Donnell se inclinaba sobre el hombre, que pensé que era el que había

               abordado en la calle. Había muerto víctima de la explosión de la pistola que
               llevaba en la mano. No sé a quién estaba disparando, si es que disparaba a
               alguien. No encontré a nadie en el callejón, ni a nadie que hubiera visto la
               muerte  excepto  Tom  Allison.  Recogí  pedazos  de  la  pistola  que  había

               explotado, junto con el extremo del cañón, que entregué al forense.


                                            Declaración de Tom Allison


                    Mi nombre es Thomas Allison. Soy carretero, empleado por McFarlane
               and Company. La noche del 3 de noviembre, estaba en el saloon Gran Jefe.
               No me fijé en el difunto cuando entró. Había muchos hombres en el saloon.

               Yo  había  tomado  varios  tragos  pero  no  estaba  borracho.  Vi  a  «Grizzly»
               Gullins, un cazador de búfalos, aproximándose a la entrada del saloon. Yo
               tenía rencillas con él, y sabía que era un mal hombre. Estaba borracho y no
               quería problemas. Decidí marcharme por la puerta trasera.
                    Atravesé el cuarto trasero y vi a un hombre sentado a una mesa con la

               cabeza entre las manos. No me fijé en él, sino que salí por la puerta trasera,
               que estaba atrancada por dentro. Levanté la tranca y abrí la puerta y empecé a
               salir.

                    Entonces vi una mujer en pie delante de mí. La escasa luz que llegaba al
               callejón venía a través de la puerta abierta, pero la vi lo bastante claramente
               para saber que era una mujer negra. No sé cómo iba vestida. No era negra del
               todo, sino de un marrón claro o amarillento. Lo noté bajo la luz difusa. Me
               quedé tan sorprendido que me paré en seco, y ella me habló y me dijo:

                    —Vete a decirle a Jim Gordon que he venido por él.
                    Yo dije:
                    —¿Quién demonios eres tú y quién es Jim Gordon?

                    Ella dijo:
                    —El hombre del cuarto trasero que está sentado a la mesa; ¡dile que he
               venido!



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