Page 33 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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Los  sumerios  tenían  algo  de  lo  que  los  sucesivos  hamitas,  semitas  y  arios

               carecían. Eran estables. Crecieron lentamente y si les hubieran dejado solos
               habrían decaído tan lentamente como estos muchachos están decayendo. Aun
               así, he observado que esta gente ha hecho un progreso; ¿has observado sus
               armas?

                    »”La Antigua Sumeria estaba en la Edad del Bronce. Los asirios fueron
               los primeros en utilizar el hierro para algo distinto de los ornamentos. Pero
               estos muchachos han aprendido a trabajar el hierro, me aventuraría a decir.
                    »—Pero  el  misterio  de  Sumeria  sigue  intacto  —intervino  Conrad—.

               ¿Quiénes  son?  ¿De  dónde  han  venido?  Algunas  autoridades  sostienen  que
               eran de origen dravidiano, igual que los vascos…
                    »—A mí no me pega, muchacho —dije yo—. Aunque aceptáramos una
               posible  mezcla  de  sangre  aria  o  turania  en  los  descendientes  dravidianos,

               puedes ver a simple vista que esta gente no pertenece a la misma raza.
                    »—Pero su idioma…
                    Conrad empezó a discutir, lo cual es una forma estupenda de pasar el rato
               mientras esperas que te metan en la olla, pero no sirve para mucho excepto

               para reforzar tus propias ideas originales.
                    »Naluna volvió de nuevo con comida hacia el anochecer, y esta vez se
               sentó  junto  a  Conrad  y  observó  cómo  comía.  Al  verla  así  sentada,  con  los
               codos sobre las rodillas y el mentón sobre las manos, devorándole con sus

               ojos grandes y brillantes, le dije al profesor en inglés, para que ella no me
               entendiera:
                    »—Esta  chica  está  encaprichada  contigo;  síguele  el  juego.  Es  nuestra
               única oportunidad.

                    »Se sonrojó como una maldita colegiala.
                    »—Tengo prometida en América.
                    »—Al cuerno con tu prometida —dije yo—. ¿Es ella la que va a conservar
               nuestras puñeteras cabezas sobre nuestros miserables hombros? Te digo que

               esta chica está embobada contigo. Pregúntale qué van a hacer con nosotros.
                    »Lo hizo y Naluna dijo:
                    »—Vuestro destino descansa en el seno de El-Lil.
                    »—Y el cerebro de Sostoras —murmuré yo—. Naluna, ¿qué ha sido de

               las pistolas que nos arrebataron?
                    »Respondió que estaban colgadas en el templo de El-Lil como trofeos de
               la  victoria.  Ninguno  de  los  sumerios  era  consciente  de  su  utilidad.  Le
               pregunté si los nativos con los que a veces luchaban habían usado pistolas

               alguna vez y me dijo que no. No me costó creerlo, ya que había muchas tribus




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