Page 336 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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miraban  espantosamente.  Había  muerto  aterrorizado,  pero  ¿qué  cosa

               espeluznante podría haber provocado ese miedo…?
                    Sólo de pensarlo, un sudor frío me cubrió la frente y el vello se me erizó
               en la nuca. De pronto percibí con intensidad el silencio y la soledad del sitio
               donde me encontraba a esas horas de la noche…

                    En algún lugar de la casa, una rata chilló, y me sobresalté violentamente.
               Levanté la mirada y me quedé quieto, paralizado. La luz de la luna caía sobre
               la pared opuesta, y una sombra la había cruzado repentina y silenciosamente.
                    Me puse en pie de un salto, girando hacia la puerta de salida. La entrada

               de  la  calle  estaba  libre.  De  un  salto  me  metí  en  otra  habitación  y  cerré  la
               puerta de golpe detrás de mí…
                    Entonces me detuve, temblando. Ningún sonido alteró el silencio. ¿Qué
               era lo que había estado durante un instante en la puerta de la calle que daba al

               vestíbulo,  proyectando  su  sombra  en  la  habitación  donde  yo  había  estado?
               Seguía  temblando  con  un  miedo  irreprimible.  Imaginar  a  un  hombre
               desesperado ya era bastante malo, pero el vistazo que había llegado a atisbar
               de aquella sombra había dejado sobre mi alma la impresión de algo extraño y

               atroz… ¡algo inhumano!
                    La  habitación  donde  estaba  ahora  también  daba  al  vestíbulo.  Empecé  a
               cruzar hacia la puerta de entrada, y entonces dudé al pensar en que pudiera
               enfrentarme a lo que quiera que acechase en la oscuridad. De pronto la puerta

               se abrió…
                    ¡No vi nada, pero mi alma quedó paralizada porque una espantosa sombra
               proyectada sobre el suelo se movía hacia mí!
                    La negra silueta se recortaba contra la luz de la luna en el suelo. Era como

               si  una  forma  espantosa  estuviera  en  la  puerta  de  entrada,  proyectando  su
               sombra alargada y distorsionada sobre los tablones del piso hasta mis pies.
               ¡Pero la puerta de entrada estaba completamente vacía!
                    Crucé  corriendo  la  habitación  y  atravesé  la  puerta  que  daba  al  cuarto

               siguiente.  Seguía  estando  en  una  estancia  adyacente  al  pasillo:  parecía  que
               todas  estas  habitaciones  del  piso  superior  diesen  al  vestíbulo.  Me  detuve,
               temblando, aferrado con tal firmeza al revólver con la mano sudorosa que el
               cañón temblaba como una hoja. Los latidos de mi corazón parecían resonar

               estruendosamente en el silencio. En nombre de Dios, ¿qué era el horror que
               me perseguía a través de las habitaciones oscuras? ¿Qué era lo que proyectaba
               su  sombra,  cuando  su  propia  sustancia  no  podía  verse?  El  silencio  pesaba
               como una bruma oscura; la fantasmal radiación de la luna dejaba su dibujo

               sobre el suelo. A dos habitaciones de distancia yacía el cadáver de un hombre




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