Page 333 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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me extrañaban las historias de ritos de magia negra y vudú que se decía que
tenían lugar en aquellos bosques oscuros. Puede que ni siquiera el latido de un
tambor, convocando figuras desnudas para saltar y bailar en algún festín a la
luz de la fogata en la oscuridad, me hubiera sorprendido…
Me encogí de hombros para librarme de semejantes pensamientos. Si los
auténticos adoradores del vudú celebrasen su culto en secreto en aquellos
bosques, aquella noche no habría ninguno debido al pelotón que estaba
peinando la zona en misión de venganza.
Mi montura, que había sido criada en el país de los pinos y pisaba en la
oscuridad con tanta seguridad como un gato, se abría camino sin necesidad de
mi ayuda, así que forcé mis sentidos para captar cualquier sonido parecido al
que pudiera hacer un hombre. Pero no llegó hasta mí ninguna pisada sigilosa,
ni un solo crujido de la maleza baja. Sabía que Joe Cagle estaba armado y
desesperado. Podría haberme tendido una emboscada, podría saltar sobre mí
en cualquier momento, pero yo no sentía ningún miedo especial. En la
oscuridad profunda él no podía ver mejor que yo, y yo tendría tantas
posibilidades como él en un intercambio de disparos a ciegas. Y si se llegaba
a un conflicto cuerpo a cuerpo… bueno, yo pesaba noventa kilos, la mayor
parte de hueso y fibra, y la vida en los campos de Texas me había curtido en
toda clase de peleas, incluso a muerte. A decir verdad, la amenaza de Cagle a
Joan me había enfurecido tanto que había desechado toda precaución. Nunca
se me ocurrió pensar que pudiera no ser rival para el fugitivo desesperado y
simiesco. ¡Si conseguía ponerle las manos encima, lo iba a reducir a pulpa!
Ya debía de estar cerca de la Casa Abandonada. No tenía ni idea de la
hora exacta, pero en la lejanía del este un leve resplandor empezó a desgarrar
la completa negrura de los pinos. La luna estaba saliendo. Y en ese instante,
en algún lugar delante de mí, resonó una descarga de disparos repentina… y
después el silencio volvió a caer una vez más, como una bruma densa. Me
detuve en seco, y titubeé. Me había sonado como si todos los estampidos
procedieran de la misma arma, y no había habido disparos de respuesta. ¿Qué
había ocurrido en la tétrica oscuridad? ¿Significaban esos disparos el final de
Joe Cagle… o significaban que había atacado de nuevo? ¿O acaso ni siquiera
estaban relacionados con Cagle? Sólo había una forma de descubrirlo.
Apretando las costillas de mi montura, avancé de nuevo con un trote más
vivo.
Momentos después, llegué a un gran claro y a un edificio oscuro y austero
que se recortaba contra las estrellas. ¡La Casa Abandonada por fin!
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