Page 58 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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A esto último puedo dar respuesta. Las montañas y los ríos cambian sus
contornos; los paisajes se alteran; pero las colinas mucho menos. Las miro
ahora y las recuerdo, no sólo con los ojos de John O’Donnel, sino con los ojos
de Aryara. Apenas han cambiado. Sólo el gran bosque se ha encogido y
menguado y en muchos, en demasiados sitios, ha desaparecido por completo.
Pero aquí, en estas mismas colinas, Aryara vivió y luchó y amó, y en aquel
bosque de más allá, murió. Kirowan se equivocaba. Los pictos pequeños,
feroces y morenos no fueron los primeros habitantes de las Islas. Hubo otros
seres antes que ellos; sí, los Hijos de la Noche. Leyendas; pues los Hijos no
nos eran desconocidos cuando llegamos a lo que es ahora la isla de Britania.
Los habíamos visto antes, en épocas anteriores. Ya teníamos nuestros mitos
sobre ellos. Pero nos los encontramos en Britania. Los pictos tampoco los
habían exterminado por completo. Los pictos tampoco nos habían precedido
por muchos siglos, como cree la mayoría. Los empujamos a medida que
llegamos, en aquella larga corriente procedente del Este. Yo, Aryara, conocí
viejos que habían participado en aquel viaje de siglos; que habían sido
cargados en brazos de mujeres de pelo amarillo durante millas incontables de
bosque y llanura, y que de jóvenes habían caminado en la vanguardia de los
invasores.
En cuanto a la época, no puedo precisarlo. Pero yo, Aryara, fui
seguramente un ario y mi pueblo fueron los arios, miembros de una de las mil
migraciones desconocidas y no recordadas que diseminaron las tribus de ojos
azules y pelo amarillo por todo el mundo. Los celtas no fueron los primeros
en llegar a Europa occidental. Yo, Aryara, tenía la misma sangre y apariencia
que los hombres que saquearon Roma, pero la mía era una estirpe mucho más
antigua. Del idioma que hablaba no queda ningún eco en la mente consciente
de John O’Donnel, pero sabía que la lengua de Aryara era para los antiguos
celtas como el celta antiguo para el gaélico moderno.
¡Il-Marenin! Recordé el dios que invoqué, el dios antiquísimo que
trabajaba los metales; el bronce, por aquel entonces. Pues Il-Marenin era uno
de los dioses básicos de los arios, del cual surgieron muchos dioses; y fue
Wieland y Vul-can en las edades del hierro. Pero para Aryara era Il-Marenin.
Aryara pertenecía a una de muchas tribus y muchas corrientes. El Pueblo
de la Espada no fue el único que vino a poblar Britania. El Pueblo del Río
llegó antes que nosotros, y el Pueblo del Lobo llegó más tarde. Pero eran arios
como nosotros, de ojos claros, altos y rubios. Luchamos con ellos, porque las
varias corrientes de arios siempre han luchado las unas contra las otras, igual
que los aqueos combatieron a los dorios, igual que los celtas y los germánicos
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