Page 54 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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entre reptiles. En un instante se retiraron y huyeron, dejándome rodeado de

               media docena de cuerpos achaparrados. Pero no estaba saciado.
                    Le pisaba los talones al más alto, cuya cabeza apenas alcanzaba la altura
               de  mi  hombro,  y  que  parecía  ser  su  jefe.  Huía  por  una  especie  de  senda,
               chillando como un lagarto monstruoso; cuando estuve casi a la altura de su

               hombro,  se  arrojó,  como  una  serpiente,  entre  la  maleza.  Pero  yo  era
               demasiado rápido para él, y le saqué a rastras y le hice pedazos de la forma
               más sanguinaria.
                    A través de los bosques vi el camino que intentaba alcanzar; un sendero

               que zigzagueaba entre los árboles, casi demasiado estrecho para permitir que
               lo recorriera un hombre de tamaño normal. Corté la repugnante cabeza de mi
               víctima y, cargando con ella en mi mano izquierda, ascendí por el sendero de
               la serpiente, con el hacha enrojecida en la mano.

                    Mientras avanzaba rápidamente a lo largo del camino y la sangre goteaba
               de la yugular cortada de mi enemigo ante mis pies con cada paso, pensé en
               aquellos a los que perseguía. Sí, los teníamos en poca estima, los cazábamos
               de  día  en  el  bosque  por  el  que  merodeaban.  Qué  nombre  se  daban  a  sí

               mismos, nunca lo supimos; pues ninguno de nuestra tribu aprendió jamás los
               malditos silbidos siseantes que utilizaban como idioma; pero los llamábamos
               los Hijos de la Noche. Y en verdad eran cosas nocturnas, pues se deslizaban
               por  las  profundidades  de  los  bosques  oscuros,  y  en  cubiles  subterráneos,

               aventurándose en las colinas sólo cuando sus conquistadores dormían. Era por
               la noche cuando realizaban sus actos infectos; el rápido vuelo de una flecha
               con punta de sílex o el rapto de un niño que se había alejado de la aldea.
                    Pero era más que aquello lo que les otorgaba su nombre; eran, en verdad,

               gente  de  la  noche  y  la  oscuridad  y  de  las  antiguas  sombras  infestadas  de
               horrores  de  eras  pasadas.  Pues  estas  criaturas  eran  muy  antiguas,  y
               representaban  una  época  extinguida.  Antaño  habían  dominado  y  poseído
               aquellas  tierras,  y  habían  sido  obligados  a  esconderse  y  a  sumirse  en  la

               oscuridad  por  los  pictos  pequeños,  morenos  y  feroces  con  quienes
               contendíamos ahora, y que los odiaban y aborrecían tan salvajemente como
               nosotros.
                    Los pictos eran distintos de nosotros en su apariencia general, al ser más

               cortos  de  estatura  y  morenos  de  pelo,  ojos  y  piel,  mientras  que  nosotros
               éramos  altos  y  poderosos,  con  pelo  amarillo  y  ojos  claros.  Pero  estaban
               hechos de nuestro mismo molde, a pesar de todo. Estos Hijos de la Noche, por
               el contrarío, no nos parecían humanos, con sus cuerpos deformes y enanos, su

               piel amarillenta y sus rostros repugnantes. Sí, eran reptiles, alimañas.




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