Page 351 - Fantasmas
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Joe HiLL
Cuando estaba en una habitación donde sonaba música ce-
rraba los ojos, levantaba las manos enrojecidas sobre la cabe-
za, como si fueran antenas, y agitaba todo el cuerpo como en
una suerte de espasmódica danza del vientre.
También me ponía nervioso la remota posibilidad de que
hubiera de verdad alguien en el sótano, un psicópata ilumina-
do que tal vez en ese momento aguardaba agazapado en al-
gún lugar dentro del fuerte de Morris. Cualquiera de las dos
cosas me daba escalofríos, así que lo cogí de la mano y le dije
que subiera conmigo al piso de arriba a contarle a nuestra ma-
dre lo que había pasado.
Cuando le repetimos la historia pareció conmocionada.
Tocó la frente de Morris.
—¡Estás frío y sudoroso! Vamos arriba, Morris. Te daré
Una aspirina y quiero que te eches un rato. Podemos hablar de
esto después de que hayas descansado.
Yo dije que teníamos que registrar el sótano inmedia-
tamente para ver si había alguien, pero mi madre me mandó
callar, poniéndome caras cada vez que intentaba abrir la boca.
Los dos subieron y yo me quedé sentado en la encimera de
la cocina con la vista fija en la puerta del sótano, y presa de una
nerviosa inquietud durante casi toda la hora siguiente. Aque-
lla puerta era la única salida del sótano y, de haber oído pa-
sos de pisadas en las escaleras, habría saltado del susto. Pero
no subió nadie, y cuando mi padre llegó a casa bajamos jun-
tos a registrar el sótano. No había nadie escondido detrás de
la caldera ni del tanque de gas. De hecho nuestro sótano es-
taba bien iluminado y ordenado, con escasos rincones don-
de esconderse. El único lugar donde podría ocultarse un in-
truso era el fuerte de Morris y lo inspeccioné, dando patadas
a las cajas y mirando por las ventanas. Mi padre me dijo que
debería meterme y registrarlo por dentro y después se rio de
la cara que puse. Cuando subió por las escaleras eché a co-
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