Page 356 - Fantasmas
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FANTASMAS



             psicológico  tan  común  en  la adolescencia.  Le había  quitado  a
             Cameron  su  examen  de las manos,  desesperado  por salir de la
             trampa  que me  había tendido  a mí mismo,  y me  alarmaba  des-
             cubrir  lo que era  capaz  de hacer  con  tal de salvarme.  En teoría
             estaba  aún desesperado  y horrorizado,  pero lo cierto  es  que me
             encantaba  encontrarme  allí paseando con el brazo de Eddie Prior
             sobre  mis hombros,  como  si fuéramos  amigos  de toda la vida,
             saliendo  de la White  Barrel  Tavern  a las dos de la madrugada.
             Me estremecí  de alegría y sorpresa  al oírle referirse  al novio  de
             su  madre  como  un  «puto  hablador»;  me  parecía algo tan  inge-
             nioso  como  el mejor chiste de Steve Martin.  Lo que hice a con-
             tinuación  me  habría parecido inconcebible  sólo cinco  minutos
             antes:  le pasé el examen  de Cameron.
                  —¿Has hecho ya dos preguntas?  Quédatelo,  tardarás  me-
             nos  que yo en  copiarlo.  Yo lo haré cuando  hayas terminado.
                  Me  sonrió  y en  sus  mejillas  aparecieron  dos  hoyuelos
             en  forma  de coma.
                  —¿Cómo  te has metido  en  esto,  Lerner?
                  —Se  me  olvidó  que teníamos  deberes.  Me resulta  impo-
             sible atender  en  clase.  ¿No conoces  a Gwen  Frasier?
                  —Sí.  Es una  guarra.  ¿Qué pasa  con  ella?
                  —Es  una  puta  guarra  que  no  lleva  medias  —dije—.  Se
             sienta  a mi lado y no  hace  más  que  abrir  y cerrar  las piernas.
             ¿Cómo  voy  a atender  en  clase  de historia  con  su  coño  delante
             de mis narices?
                  Estallamos  en  carcajadas  tan  sonoras  que  toda  la gente
             que había  en  el estacionamiento  se  nos  quedó mirando.
                  —Seguramente  necesita  alrearlo  para que se le cure  el her-
             pes  genital. "Ten cuidado  con  ella, amigo.

                  Y después de esto  nos  reímos  todavía más, nos  reímos  has-
             ta saltársele  las lágrimas a Eddie.  Yo también  reí, algo que nun-
             ca  me  había resultado  fácil, y sentí sacudidas  de placer en  cada

             una  de mis  extremidades  nerviosas.  Me había  llamado  amigo.



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