Page 358 - Fantasmas
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FANTASMAS


          ruido  atronador  que  me  asustó  tanto  que  el corazón  me  dio
          un  vuelco.  Eddie  y yo nos  agarramos  del brazo  y echamos  a

          correr,  riendo.
                —Mierda.  ¡Me parece  que  nos  está  siguiendo!  —chilló
          Eddie  y echó  a correr  de la excitación.  Yo no  pensaba que na-
           die fuera  a tomarse  la molestia  de bajarse  del camión  y perse-
           guirnos,  pero  era  emocionante  imaginar  que  así era.
                Más  tarde, cuando  nos  habíamos  tranquilizado  y paseá-

           bamos  por  Christobel  Park,  jadeantes  por  la carrera,  Eddie
           dijo:
                —NOo  hay ser  humano  más  asqueroso  que  un  camione-
           ro.  No he conocido  a uno  que después de un  trayecto  largo no

           oliera  igual que un  orinal.
                Por tanto,  no  me  sorprendí demasiado  cuando  más tarde
           supe  que  el novio  de la madre  de Eddie  —el puto  hablador—

           era  conductor  de camiones  de largo recorrido.
                A veces  Eddie  venía  a mi casa,  casi  siempre  para  ver  la

           televisión,  pues  teníamos  buena  recepción  de canales.  Sentía
           curiosidad  por mi hermano,  quería  saber  cuál  era  su  proble-
           ma  y también  lo que hacía  en  el sótano.  Se acordaba  de cuan-
           do Morris  tiró  su  grifo hecho  con  fichas  de dominó  en  la te-
           levisión,  aunque  de aquello  hacía  ya más  de dos  años.  Nunca
           lo dijo, pero  creo  que le encantaba  la idea de conocer  a un  idio-
           ta superdotado.  Habría  disfrutado  igual si mi hermano  hubiera
           sido un  enano,  O  le faltaran  las dos piernas.  Eddie  necesitaba
           una  dosis  de circo  de los horrores  en  su  vida.  Y al final  suele
           suceder  que  la gente  acaba  recibiendo  doble  dosis  de lo que
           tanto  ansía.  ¿No es  así?
                Una  de las primeras  veces  que vino  a mi casa  bajamos  al
           sótano  para ver  qué estaba  construyendo  Morris.  Había atado
           unas  cuarenta  cajas para hacer una  red de túneles  dispuestos  a
           la manera  de un  gigantesco  pulpo,  con  ocho  galerías  que  de-
           sembocaban  en  una  gran  caja central,  que  en  otro  tiempo  ha-



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