Page 359 - Fantasmas
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Joe Hit
bía sido el embalaje de un proyector de cine. Habría sido lógi-
co que lo pintara para que pareciera un pulpo —un monstruo
legendario y malvado—, y de hecho había coloreado varios
tentáculos de verde limón, con círculos rojos a modo de ven-
tosas. Pero los otros brazos eran restos de antiguas construc-
ciones. Uno estaba hecho de trozos de un submarino amari-
llo, otro había sido parte de un cohete y era blanco, con aletas
y calcomanías de la bandera americana. Y la caja grande del
centro estaba sin pintar y envuelta en una malla de alambre a
la que Morris había dado forma de cuernos. El resto de la for-
taleza tenía el aspecto de un juguete hecho en casa... especta-
cular, pero un juguete al fin y al cabo, algo que papá podía
haberle ayudado a construir. Sólo el último detalle, esos cuer-
nos hechos de malla de alambre, revelaba que aquello era la
obra de alguien que estaba como una puta cabra.
—Qué pasada —dijo Eddie al pie de las escaleras mien-
tras lo miraba. Aunque por la expresión de sus ojos pude ver
que no lo impresionaba tanto, que había esperado algo más.
Odiaba decepcionarlo, fuera por la razón que fuera. Si
Eddie quería considerar a mi hermano un genio, pues yo tam-
bién. Así que me puse a cuatro patas en una de las entradas.
—Tienes que entrar para verlo bien. Siempre impresio-
nan más por dentro.
Y sin fijarme en si me seguía, entré.
Por entonces yo era un chico de catorce años, torpe, de
anchas espaldas y de unos cincuenta y cuatro kilos de peso. Pe-
ro aún era un niño, no un adulto, y por tanto tenía las propor-
ciones y la flexibilidad de uno y era capaz de empequeñecer-
me y entrar en cualquier sitio, por estrecho que fuera. Pero no
tenía por costumbre meterme en los fuertes de Morris. Había
descubierto, la primera vez que lo hice, que no me gustaban
mucho, que me daban un poco de claustrofobia. Ahora en cam-
bio, con Eddie siguiéndome, me metí, como si arrastrarme den-
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