Page 366 - Fantasmas
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FANTASMAS
Los dos nos giramos y corrimos a la barandilla contra-
ria. Yo tenía los pulmones comprimidos y por un momento
fui incapaz de respirar. Cuando el Volvo salió del túnel derra-
paba hacia la izquierda, en dirección al arcén de la carretera.
Un segundo después se salió de ésta y rodó por la pendiente
nevada, a unos cincuenta kilómetros por hora. En el valle poco
profundo en que terminaba la pendiente crecían unos cuan-
tos arces raquíticos, y el Volvo chocó contra uno de ellos con
un crujido seco. El parabrisas se rompió en mil pedazos de cris-
tal brillante, que se deslizaron al mismo tiempo por el capó y
después cayeron al suelo nevado.
Yo seguía haciendo esfuerzos por respirar cuando la puer-
ta del pasajero se abrió y una mujer rubia y robusta, con un
abrigo rojo ceñido con un cinturón, salió del coche. Se cubría
el ojo con una mano enguantada y gritaba intentando abrir la
puerta trasera.
—¡Amy! —gritaba—. ¡Dios mío, Amy!
Entonces Eddie me agarró por el hombro, me hizo gi-
rar y me empujó hacia el camino mientras me gritaba:
—¡Nos largamos de aquí!
Al dejar el puente me empujó de nuevo hacia el cami-
no que entraba en el parque, con tal fuerza que me caí y me
golpeé una rodilla contra una de las piedras azules, hacién-
dome polvo la rótula. Pero entonces me tiró del hombro y me
obligó a seguir corriendo. No pensé en nada. Con la sangre
latiéndome en las sienes y la cara ardiendo por el aire helado,
corrí.
No empecé a pensar hasta que llegamos al parque y aflo-
jamos el paso. Nos dirigíamos, sin haberlo discutido previa-
mente, hacia mi casa. Los pulmones me dolían por el esfuerzo
de correr con botas para la nieve y de inhalar bocanadas de
aire gélido.
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