Page 586 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 586

Ben Hanscom sacude la cabeza.
                   --No digas eso,
                   --Pero es v-v-verdad. Y si es cuculpa vuestra, también es culpa mía, y de t-t-
                todos los presentes, porque seguimos adelante. Aun después de lo que pasó con
                Patrick y de lo que había escrito en aquella nevera, seguimos adelante. Creo que
                es culpa mía, m-m-más que de nadie, porque yo qu-qu-quería que siguiéramos.
                Por Ge-Georgie. Tal vez hasta porque pensaba que, si ma-taba al as-s-sesino de
                Georgie, mis padres tendrían que q-q-q-q...
                   --¿Quererte otra vez? -adivina Beverly, con suavidad.
                   --Sí. Claro. Pero no c-c-creo que fuera cu-cu-culpa de nadie, Ben. A-así era
                Stan, s-s-simplemente.
                   --No pudo enfrentarlo -dice Eddie.
                   Está pensando en la revelación del señor Keene sobre su medicamento para el
                asma y su imposibilidad de abandonarlo. Piensa que podría haber abandonado la
                costumbre de enfermarse, pero no la de creer. Tal como han resultado las cosas,
                tal vez esa costumbre le ha salvado la vida.
                   --Ese día estuvo grandioso -dice Ben-. Stan y sus pájaros.
                   Una risa sofocada corre entre ellos; todos miran la silla que Stan habría debido
                ocupar si el mundo fuese un lugar recto y cuerdo donde los buenos ganaran
                siempre. "Lo echo de menos -piensa Ben-. Dios mío, cómo lo echo de menos..." Y
                dice:
                   --¿Recuerdas, Richie? Un día comentaste que, según decían algunos, él había
                matado a Jesús. Y Stan contestó: "Ése debe haber sido mi padre."
                   --Lo recuerdo -dice Richie en voz casi inaudible. Saca el pañuelo del bolsillo
                posterior, se quita las gafas y, después de enjugarse los ojos, vuelve a ponérselas.
                Guarda el pañuelo y propone, sin apartar la vista de sus manos-. ¿Por qué no lo
                cuentas, Ben?
                   --Duele, ¿verdad?
                   --Sí -dice Richie, ya tan espesa la voz que cuesta entender sus palabras-. Claro
                que duele.
                   Ben mira a todos y asiente.
                   --Muy bien. Otro cuento antes de las doce, sólo para mantenernos abrigados. Bill
                y Richie tuvieron la idea de hacer las balas...
                   --No -corrige Richie-. A Bill se le ocurrió primero; pero también fue el primero en
                ponerse nervioso.
                   --S-s-sólo empecé a preocuparme...
                   --Creo que no tiene importancia -interrumpe Ben-. Aquel mes de julio, los tres
                pasamos bastante tiempo en la biblioteca. Tratábamos de averiguar cómo se
                hacían las balas de plata. Yo tenía plata: cuatro dólares que habían sido de mi
                padre. Después, Bill se puso nervioso, pensando en qué situación nos
                encontraríamos si nos salía mal el disparo en el momento en que algún monstruo
                se nos viniera encima. Y cuando vimos la puntería de Beverly con el tirachinas,
                terminamos usando mis dólares de plata para hacer balines. Conseguimos los
                utensilios y nos reunimos, todo el grupo, en casa de Bill. Tú estabas presente,
                Eddie.
                   --Dije a mi madre que íbamos a lugar al Monopoly -completa Eddie-. Me dolía
                mucho el brazo, pero tuve que ir caminando porque ella estaba muy enfadada
   581   582   583   584   585   586   587   588   589   590   591