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conmigo. Y cada vez que oía a alguien detrás de mí, por la calle, me volvía como
                movido por un resorte pensando que era Bowers. Eso empeoró el dolor.
                   Bill sonríe.
                   --Y lo que hicimos fue reunirnos a mirar cómo Ben hacía las municiones. Creo
                qu-e Ben habría po-podido hacer las ba-balas de plata.
                   --Oh, no estoy tan seguro -aduce Ben, aunque no es cierto.
                   Recuerda que fuera estaba oscureciendo (el señor Denbrough había prometido
                llevarlos a todos en coche hasta sus respectivas casas); en la hierba cantaban los
                grillos y las primeras luciérnagas parpadeaban junto a las ventanas. Bill había
                preparado cuidadosamente el tablero del Monopoly en el comedor, como si
                llevaran más de una hora jugando.
                   Recuerda eso y el claro charco de luz amarilla que caía sobre la mesa de trabajo
                de Zack. Recuerda que Bill dijo:
                   --Hay que tener c-c-c...




                   2.

                   cuidado. No quiero qu-que esto quequede hecho un des-s-sastre. Mi padre se v-
                v-va a po-poner f-f-f...
                   Escupió una ristra de efes y, por fin, logró decir "furioso".
                   Richie se secó ostentosamente la cara.
                   --¿Repartes toallas después de la ducha, Bill "Tarta"?
                   Bill hizo ademán de pegarle y el chico se encogió, chillando con su voz de
                negrito esclavo.
                   Ben no les prestaba atención. Observaba los utensilios y las herramientas que
                Bill iba disponiendo bajo la luz. Parte de su mente deseaba tener algún día un
                taller tan bonito como ése, pero la mayor parte se concentraba en la tarea a
                realizar. No sería tan difícil como la fabricación de balas de plata, pero aun así
                tenía que ser cuidadoso. No había excusas para un trabajo chapucero. Eso era
                algo que nadie le había enseñado; simplemente, lo sabía.
                   Bill había insistido en que Ben se encargara de hacer las municiones, así como
                insistía en que Beverly se encargara de utilizar el tirachinas. Cabía discutir esas
                decisiones y las habían discutido, pero sólo veintisiete años después, al relatar el
                episodio, reparó Ben en que nadie había sugerido que una bala o balín de plata
                podía no servir para detener a un monstruo; tenían de su parte el peso de mil
                películas de terror.
                   --Bueno -dijo Ben, haciendo crujir los nudillos mientras miraba a Bill-, ¿tienes los
                moldes?
                   -Oh. -Bill dio un respingo-. A-aaquí.
                   Metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó su pañuelo. Lo desplegó sobre el
                banco de carpintero. Dentro había dos bolas de acero opaco, cada una con un
                pequeño agujero. Eran moldes para balines.
                   Después de decidir que serían balines y no balas, Bill y Richie habían vuelto a la
                biblioteca para investigar cómo se hacían los balines.
                   --Qué atareados estáis -había comentado la señora Starrett-. Balas una semana,
                balines a la siguiente. ¡Y estamos en vacaciones!
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