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--Aladdin -completó Stan.
                   --Sí. Y después irán a c-c-comer pi-pizza. Casi siempre ha-ha-acen eso.
                   --Entonces tenemos tiempo de sobra -apuntó Ben.
                   Bill asintió.
                   --Vamos -propuso Bev-. Quiero llamar a mi casa. Lo prometí. Y no quiero que
                ninguno de vosotros hable. Mi padre cree que estoy en el Centro Cívico y que
                desde allí me llevarán a casa en coche.
                   --¿Y si quiere ir a buscarte más temprano? -preguntó Mike.
                   --Entonces me veré en un problema.
                   Ben pensó: "Yo te protegería, Beverly." En su imaginación se desplegó un sueño
                inmediato, con un final tan dulce que se estremeció. El padre de Bev empezaba a
                reñirla, le gritaba y todo eso (ni siquiera en su sueño lograba imaginar un enfado
                de Al Marsh). Ben se arrojaba delante de ella y le decía a Marsh que se marchase.
                   "Si quieres meterte en líos, gordo, sigue protegiendo a mi hija."
                   Hanscom, casi siempre tranquilo, podía convertirse en un tigre furioso cuando se
                enfadaba. Así que fue muy sincero con Al Marsh.
                   "Si quieres meterte con ella, tendrás que vértelas primero conmigo."
                   Marsh echaba a andar hacia él... pero el fulgor de acero que veía en los ojos de
                Hanscom lo detenía.
                   "Me las pagarás", murmuraba. Sin embargo, era evidente que había perdido las
                ganas de pelear. Después de todo, era sólo un tigre de papel.
                   "Lo dudo mucho", decía Hanscom, con una tensa sonrisa a lo Gary Cooper. Y el
                padre de Beverly se iba sigilosamente.
                   "¿Qué te pasó, Ben? -gritaba Bev, con los ojos brillantes, llenos de estrellas-.
                Parecías a punto de matarlo."
                   "¿Matarlo? -decía Hanscom, demorando en sus labios la sonrisa de Gary
                Cooper-. Ni pensarlo, nena. Aunque sea un gilipollas, sigue siendo tu padre.
                Podría haberlo maltratado un poco, pero sólo porque no soporto que nadie te
                levante la voz, ¿sabes?
                   Ella le echaba los brazos al cuello y lo besaba (en los labios, ¡"en los labios"!).
                "Te amo, Ben", sollozaba. Él sentía sus pechos pequeños firmemente apretados
                contra el torso y...
                   Se estremeció, descartando esa imagen brillante, terrible, con esfuerzo. Richie
                estaba en el marco de la puerta preguntándole si los acompañaba o no. Sólo
                entonces notó que estaba solo en el taller.
                   --Sí -dijo, con un pequeño sobresalto-, ya voy.
                   --Te estás volviendo senil, Ben -reprochó Richie, mientras lo veía acercarse a la
                puerta.
                   Pero le dio una palmada en el hombro. Ben sonrió y le rodeó brevemente el
                cuello con un brazo.



                   5.


                   No hubo problemas con el padre de Beverly. Había llegado a casa tarde
                después de trabajar, dijo la madre por teléfono. Se había quedado dormido frente
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