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Hundió el estómago tanto como pudo, luchando contra el pánico y la
                claustrofobia. Su cara se había puesto roja, brillante de sudor. El agrio olor de las
                hojas seguía en su nariz, sofocante.
                   --¡Bill! ¿No podéis tirar de mí?
                   Sintió que Bill lo sujetaba por un tobillo y Beverly por el otro. Volvió a hundir el
                estómago Y. un momento después, caía a tumbos por la ventana. Bill lo sostuvo y
                ambos estuvieron a punto de caer. Ben no se atrevía a mirar a la chica. Nunca en
                su vida se había sentido tan avergonzado como en ese momento.
                   --¿E-e-estás bien, tío?
                   --Sí.
                   Bill soltó una risa temblorosa. Beverly le imitó y un momento después Ben
                también pudo reír un poco, aunque pasarían años antes de que pudiese ver algo
                remotamente divertido en lo que acababa de ocurrir.
                   --¡Eh! -llamó Richie desde arriba. Eddie necesita ayuda.
                   --Va-vale -dijo Bill.
                   Él y Ben se colocaron bajo la ventana. Eddie entró deslizándose sobre la
                espalda. Bill le cogió las piernas por encima de las rodillas.
                   --Cuidado -pidió el chico con voz quejumbrosa y asustada-. Tengo cosquillas.
                   --Ramón tiene cosquillas, señorrr -anunció la voz de Richie, convertida en la de
                Pancho Villa,
                   Ben sujetó a Eddie por la cintura tratando de no tocar el yeso ni el cabestrillo.
                Entre él y Bill lograron pasar a Eddie por la ventana del sótano como si se tratara
                de un cadáver. Eddie soltó un grito, pero eso fue todo.
                   --¿E-e-eddie?
                   --Sí -dijo el chico-. Está bien. No hay problema.
                   Pero de la frente le brotaban grandes gotas de sudor y respiraba con alientos
                breves, rápidos. Sus ojos recorrieron el sótano.
                   Bill volvió a retroceder. Beverly estaba a poca distancia, con el tirachinas listo
                para disparar en caso necesario. Sus ojos no dejaban de escrutar el sótano.
                Richie bajó a continuación seguido por Stan y Mike. Todos ellos se movían con
                una suave gracia que Ben les envidió. Por fin estuvieron todos en el sótano donde
                Bill y Richie habían visto a "Eso" sólo un mes antes.
                   La habitación estaba en penumbras, pero no a oscuras. Por las ventanas se
                filtraba una luz crepuscular que formaba charcos en el sucio suelo. El sótano
                pareció muy grande a los ojos de Ben, casi demasiado grande, como si estuviese
                presenciando algún tipo de ilusión óptica. Por arriba se entrecruzaban vigas
                polvorientas. Las tuberías de la caldera estaban herrumbradas. Una especie de
                trapo blanco, polvoriento, pendía de los caños de agua en mugrientos cordeles. El
                olor se percibía también allí abajo, un olor amarillo, sucio. Ben pensó: ""Eso" está
                aquí, sin duda. Desde luego que está."
                   Bill echó a andar hacia la escalera y los otros lo siguieron. Se detuvo ante el
                primer escalón para mirar abajo. Metió el pie y sacó algo. Todos miraron aquel
                objeto sin decir palabra: era un guante blanco de payaso, ya sucio de polvo.
                   --A-a-arriba -ordenó.
                   Al subir, salieron a una cocina mugrienta. Había una sola silla, de respaldo recto,
                en el centro del linóleo irregular. Era todo el mobiliario. En un rincón se
                amontonaban botellas de vino vacías. Ben vio otras en la despensa. Allí se olía a
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