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En otro, mojada y henchida, una revista con fotografías de mujeres. La chica de
la portada se inclinaba sobre una silla con la falda recogida, mostrando la parte
alta de sus medias de red y sus bragas negras. La foto no era especialmente sexy,
en opinión de Ben; tampoco le molestó; que Beverly la viera. La humedad había
dado un color amarillento a la piel de la mujer y llenado de arrugas la superficie de
su cara. Su mirada salaz se había convertido en la mueca libidinosa de una
prostituta muerta.
(Años después, mientras Ben relataba esto, Bev gritó súbitamente,
sobresaltando a todos, que no se limitaban a escuchar el relato sino que estaban
reviviendo el episodio: "¡Era ella! ¡La señora Kersh! ¡Era ella!")
Ante los ojos de Ben, la vieja-joven de la revista guiñó el ojo y meneó el trasero
en una lasciva invitación.
Frío, pero sudando, Ben apartó la vista.
Bill abrió una puerta a la izquierda y todos lo siguieron a una gran habitación
que, antiguamente, podía haber sido la sala. De la lámpara pendía un arrugado
par de pantalones verdes. Como el sótano, esa habitación parecía demasiado
grande, casi tan larga como un vagón de carga, demasiado para una casa tan
pequeña como parecía desde fuera...
"Oh, pero eso era fuera", dijo una voz nueva dentro de su mente, una voz jocosa
y chillona. Ben tuvo la súbita certeza de estar oyendo a Pennywise en persona;
Pennywise le estaba hablando por algún descabellado aparato de radio mental.
"Fuera las cosas siempre parecen más pequeñas de lo que son, ¿verdad, Ben?"
--Vete -susurró.
Richie se volvió a mirarlo, pálido y tenso.
--¿Has dicho algo?
Ben sacudió la cabeza. La voz había desaparecido. Eso era lo importante. Sin
embargo
("fuera")
había comprendido. Esa casa era un sitio especial, una especie de estación, uno
de los muchos lugares de Derry por donde "Eso" encontraba su salida al mundo
superior. Esa casa maloliente y podrida en la que todo estaba mal. No sólo porque
parecía demasiado grande: también los ángulos estaban mal y la perspectiva no
tenía sentido. Ben estaba de pie junto a la puerta que se abría entre la sala y el
vestíbulo, mientras los otros se alejaban de él por un espacio que, de pronto, le
pareció tan amplio como el parque Bassey. Sin embargo, a medida que se
alejaban, parecían tornarse más grandes en vez de más pequeños. El suelo se
arqueaba hacia abajo y...
Mike se volvió y llamó:
--¡Ben!
Ben vio la alarma en su rostro.
--¡Acércate! ¡Te estás quedando atrás!
Apenas si oyó esa última palabra. Se distanciaba, como si los otros se
estuviesen alejando en un tren expreso.
Súbitamente aterrorizado, echó a correr. Detrás de él, la puerta se cerró con un
ruido ahogado. Gritó... y algo pareció barrer el aire a sus espaldas agitándole la
camisa. Miró atrás, pero no había nada. Eso no alteró su convencimiento de que
algo había pasado por allí.