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al infierno." Imaginó a Henry Bowers arrojando dentro dos o tres M-80 y huyendo a
                toda prisa después de bajar la tapa. No se le ocurría otra cosa, como no fuera
                dinamita, que pudiese causar semejante cataclismo. Algunos de los fragmentos
                eran grandes, pero se los contaba con los dedos de una mano; en su mayoría se
                reducían a astillas afiladas como dardos. El empapelado (guirnaldas de rosas y
                elfos con gorros, como en el vestibulo) estaba salpicado de agujeros en todas las
                paredes. Parecían disparos de fusil, pero Ben comprendió que eran trocitos de
                porcelana empotrados en las paredes por la fuerza de la explosión.
                   Había allí una bañera, levantada sobre patas que imitaban zarpas con mugre de
                generaciones incrustada. Ben le echó un vistazo y vio, en el fondo, un residuo de
                salitre y mugre. Desde arriba, una ducha herrumbrada miraba hacia abajo. Había
                un lavabo y un botiquín torcido con los estantes vacíos. En esos estantes, allí
                donde habían estado los frascos, había pequeños anillos de herrumbre.
                   --¡Yo no me acercaría demasiado, Gran Bill! -señaló Richie.
                   Ben se volvió a mirar. .
                   Bill se estaba acercando al hueco abierto en el suelo donde había estado en otro
                tiempo el inodoro. Se inclinó hacia él... y giró hacia los otros.
                   --¡S-S-se oye un b-b-bombeo de maqmaquinaria, como en Los Barrens!
                   Bev se acercó más. Ben la siguió. Sí, se oía el palpitar constante. Sólo que así,
                retumbando por las tuberías, no se parecía al ruido de una maquinaria, sino al de
                un ser vivo.
                   --P-p-por aquí sa-sa-salió -dijo Bill. Estaba mortalmente pálido pero los ojos le
                brillaban de entusiasmo-. P-p-por aq-aquí sa-salió a-a-aquel d-d-día, y de aq-aquí
                sale s-s-siempre. ¡Los de-de-desagües!
                   Richie asentía.
                   --Nosotros estábamos en el sótano, pero "Eso" no estaba allí. Bajó la escalera,
                porque por aquí podía salir.
                   --¿Y eso lo hizo "Eso"? -preguntó Beverly.
                   --C-c-creo que t-t-tenía pri-prisa -contestó Bill, gravemente.
                   Ben miró el interior de la tubería. Tenía unos noventa centímetros de diámetro y
                estaba oscura como un pozo de mina. La superficie interior, de cerámica, tenía
                incrustaciones de algo que prefirió no investigar. Ese palpitar flotaba hacia arriba,
                hipnóticamente... y de pronto él creyó ver algo. No lo vio con los ojos del cuerpo, al
                menos al principio, sino con otro, profundamente arraigado en su mente.
                   Volaba hacia ellos, avanzando con la velocidad de un tren expreso, llenando por
                completo la garganta de esa oscura tubería. Estaba en su forma original, fuese
                cual fuese. Cuando llegase adoptaría alguna forma sacada de sus mentes. Venía,
                subía desde sus propios caminos asquerosos y de las catacumbas negras bajo la
                tierra, con los ojos relucientes de una luz feral, verde amarillenta. Venía, venía,
                "Eso" venía.
                   Y de pronto, al principio bajo la forma de chispas, Ben vio los ojos de "Eso" en la
                oscuridad. Tomaron forma: llameantes y malignos. Sobre el palpitar de la
                maquinaria, Ben percibió un ruido nuevo: "juuuu"... Un olor fétido eructó desde la
                mellada boca del desagüe. Se echó atrás, tosiendo y haciendo arcadas.
                   --¡Ya viene! -exclamó-. ¡Lo he visto, Bill, ya viene!
                   Beverly levantó el Bullseye.
                   --Bien -dijo.
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