Page 606 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 606

Algo estalló en la boca del desagüe. Al reconstruir esa primera confrontación,
                más tarde, Ben sólo recordaría una forma cambiante, plateada y naranja. No era
                fantasmal sino sólida, y él percibió, detrás de "Eso", alguna otra forma, verdadera
                y definitiva. Pero sus ojos no podían captar exactamente lo que estaba viendo.
                   Y entonces Richie retrocedió a tropezones, con el rostro convertido en un
                garabato de terror, gritando una y otra vez:
                   --¡El hombre-lobo, Bill! ¡Es el hombre-lobo! ¡El hombre-lobo adolescente!
                   De pronto, la silueta se materializó.
                   El hombre-lobo estaba de pie en la boca del desagüe con un pie peludo a cada
                lado del agujero. Sus ojos verdes echaban llamas hacia ellos desde su cara
                repulsiva. Estiró el hocico y una espuma blancoamarillenta le escurrió entre los
                dientes. Emitió un gruñido aturdidor. Sus brazos se dispararon hacia Beverly, con
                los puños de su chaqueta de la secundaria recogidos sobre los brazos peludos. Su
                olor era caliente, crudo, asesino.
                   Beverly soltó un alarido. Ben la aferró por la parte trasera de la blusa y tiró con
                tanta fuerza que se le desgarraron las costuras bajo los brazos. Una zarpa barrió
                el aire allí donde ella estaba un momento antes. Beverly cayó tambaleándose
                contra la pared. La bolita de plata escapó de su mano. Por un momento centelleó
                en el aire. Mike, más rápido que el relámpago, la cogió de un manotazo antes de
                que cayera y se la devolvió.
                   --Dispara, nena -dijo. Su voz sonaba casi serena-. Dispara ahora.
                   El hombre-lobo emitió un rugido que acabó en un aullido escalofriante, con el
                hocico apuntando al cielo.
                   El aullido se convirtió en risa. La zarpa se abatió contra Bill, en el momento en
                que el chico se volvía para mirar a Beverly. Ben lo apartó de un empellón y Bill
                cayó despatarrado.
                   --¡Dispara, Bev! -aullaba Richie-. ¡Por Dios, dispara!
                   El hombre-lobo saltó hacia adelante y a Ben ya no le cupo duda, ni entonces ni
                después, de que "Eso" sabía exactamente quién era el jefe. Trataba de alcanzar a
                Bill. Beverly tensó la honda y disparó. Una vez más, el proyectil no iba hacia el
                blanco, pero en esa oportunidad no hubo curva salvadora. Pasó a más de treinta
                centímetros abriendo un agujero en el empapelado de la pared, sobre la bañera.
                Bill pronunció una maldición a gritos.
                   La cabeza del hombre-lobo giró en redondo; sus ojos verdes, relucientes,
                estudiaron a Beverly por un instante. Ben, sin pensar, se puso delante de ella, que
                buscaba a ciegas, en su bolsillo, la otra munición de plata. Sus vaqueros eran
                demasiado ajustados, porque aún estaba usando la ropa del año anterior. Sus
                dedos se cerraron sobre la bolita, pero se le escapó. La buscó a tientas y logró
                encontrarla. Tiró de ella sacándose el bolsillo y desparramando catorce centavos,
                dos entradas de cine y un puñado de pelusa.
                   El hombre-lobo lanzó un zarpazo a Ben, que se mantenía protectoramente de
                pie delante de ella... bloqueándole la puntería. El monstruo tenía la cabeza
                inclinada en el ángulo mortífero de la bestia de presa y hacía sonar los dientes.
                Ben estiró la mano, a ciegas. En sus reacciones ya no había espacio para el
                terror: experimentaba, en cambio, una especie de furia mezclada con el
                desconcierto y la sensación de que el tiempo, de algún modo, se había detenido
                con un inesperado chirriar de frenos. Hundió los dedos en el pelo duro,
   601   602   603   604   605   606   607   608   609   610   611